El Concurso del Falla es humano, mucho. Le resulta imposible abastraerse de los ritmos de los participantes y los espectadores. Cualquiera que llegara ayer a la plaza Fragela, media hora antes de empezar la sesión, entendía que no era una noche más. Era la penúltima, y sábado. Un pasacalles por Diego Arias, gente por todas partes y cientos de grupos de esos a los que (oda a Facebook) les ha dado por hacer fotos constantemente ante la fachada del templo carnavalesco andaluz. Todo el mundo se hace fotos constantemente bajo ese lema invisible que dice «yo estuve allí». Y estuvieron muchos, más que cualquier otra noche, muchos más de los 1.100 que caben según las normas. Tres horas después de arrancar salían los primeros, pitillo en mano, a comentar la jugada.
Basta con el castigo oficial
La descalificación del coro era la comidilla desde hace días. Anoche ya era un clamor. Hubo tensión, una especie de escolta al autor del grupo cordobés, el gaditano David Amaya. En foros de esos que fomentan el anonimato y la mezquindad habían circulado amenazas, convocatorias de abucheos y boicots diversos. «Menos mal que no ha pasado nada, que en este teatro hemos visto muchos numeritos», decía un célebre cuartetero en la puerta posterior, que concentró las expectativas en la entrada y la salida de los cordobeses. Que hayan incumplido una norma, vale. Más allá todo sería repugnante y lamentable.
Últimas quinielas
Las quinielas para semifinales solo pueden sellarse, imaginariamente, hasta hoy. En la sesión de anoche, comentaba un grupo de regreso por Benjumeda, perdieron fuelle el cuarteto de Moreno, los coros. Lo ganaron las comparsas de Tino y Los Majaras. Además, sobre todo, la chirigota de Verdugo. Esta noche, emociones fuertes.