
Hay dos formas de verlo. O esto es un juego cada vez más aburrido porque tiene demasiadas reglas y las normas, para participantes y público, que mutilan la informalidad que conlleva divertirse con coplas satíricas y críticas. O, por el contrario, este concurso aspira a ser un espectáculo semiprofesional que precisa cada vez de más organización, y la tiene. Ese era el debate, resumido, de varias viejas glorias a las puertas del Falla, pitillo en mano. Esa reflexión vale para agrupar todas las polémicas en una. La del tiempo de los montajes, la de la sanción de ida y vuelta a Selu, el castigo a la chirigota de Aragón. La cruz es que tanta ley desanima a los más relajados. La cara es que las sesiones son más cortas, digeribles, que los madrugones cuestan menos, los horarios empiezan a ser compatibles con una vida laboral común y los artesanos de las coplas aprenden, a disgustos, que el interés común está por encima de la libertad creativa. Una pena. Una suerte. El corrillo estaba dividido.
¿Alcalde de dónde…?
La prueba de que la organización cada vez es más escrupulosa, de que el cuelo se ha convertido en una quimera y de que la profesionalización alcanza a cada puerta la vivió en sus carnes el alcalde de San Fernando, Manuel María de Bernardo. Al tratar de pasar al escenario desde butacas, uno de los porteros le pidió la identificación para franquearle el paso. Tuvo que documentar quién era. Muy bien. Iguales los quiere el dios de los demócratas.
¿Aragón está flipando?
Uno de los comentarios fumadores más habituales anoche fue que Juan Carlos Aragón está en su salsa, que debe de estar disfrutando y preparando letras de contraataque. Un pinchazo, una sanción… En su ambiente. Si hay algo que se le da bien es la polémica. A eso sabe jugar.