Desde hace algún tiempo, todo nos indica que el Carnaval es eso, cuestión de tiempo. Tiempo de actuación, de montaje, de ausencias, de regresos, de noches en cola… Cada certamen, cada copla que se canta en el Gran Teatro Falla, nos hacen ver, una y otra vez, que el tiempo lo cura todo y también es capaz de arrebatarlo todo. Antes o después, esta fiesta siempre acaba mirando de reojo el tic tac de un reloj que no para nunca.
Quizás, este año, por las pérdidas que ha sufrido nuestra fiesta, nos lleve a pensar que el tiempo se nos ha escapado entre las manos sin que ni siquiera hayamos sido conscientes de ello. Nos faltó tiempo para disfrutar, para paladear cada copla, cada comparsa y cada chirigota. Años para hablar, para conocer y para entender. Para mirar a los ojos y para sentir.
El frenético ritmo del concurso nos ha hecho pasar por alto tantas cosas que ni siquiera aún nos damos cuenta de lo que nos perdimos. Ya nadie nos lo devolverá pero el tiempo nos da la oportunidad de resarcirnos. Nos brinda un nuevo horizonte y una nueva forma de apreciar a quienes nos regalan su talento en forma de Carnaval.
Tengo la esperanza de que éste sea el Año I de un Carnaval sin reproches, sin envidias ni dardos envenenados. Un año para la reconciliación y para recuperar la humanidad que tanta falta hace. Es necesario un tiempo de Fair Play.