Teatro Falla
Teatro Falla

Carnaval de Cádiz 2019

Será él o seré yo

El concurso ha muerto a manos de internet, foráneos y de, quien lo diría , la maldita profesionalización

Por  7:15 h.

No me gusta. Y cada año va a peor. No sé si seré yo o será él, pero no me tira, ni me llega, ni me produce esos cosquilleos con los que me encontré en mi cama, de pequeño y enganchado a la magia de la radio. El concurso, para mí, es como un antiguo amigo, ese con el que te encuentras de vez en cuando y recuerdas magníficos momentos compartidos y vividos juntos.  Pero ya está . Se acabaron, se brinda por ellos y a seguir cada uno por su lado.  Lo abrazas, lo despides y te quedas pensando en lo que hemos cambiado, en cómo habré cambiado yo y en cómo lo ha hecho él.

Por supuesto , ambos tenemos el derecho de recordarnos con cariño pero de sentirnos engañados tiempo después. Él dirá de mí que me gustaba más lo de alrededor que las coplas y yo diré de él que lo de alrededor también eran las coplas.

 

El concurso ha muerto a manos de internet, foráneos y de, quien lo diría , la maldita profesionalización, que vaya por delante, chapó por aquellos que se ganan sus castañas cantando por Cadi pero que no me hagan comulgarlo a mí. Se ha muerto la barra del falla, ahí donde se urdían esos comentarios de vestuarios , esos chismorreos que te daban la vida mientras dentro cantaba a saber quién con el teatro vacío pero lleno en el ambigú, Bella Italia y Ducal. Porque esos también eran días grandes en el Falla. Incluso los mejores. ¡Ay qué malas noches de Falla han acabado en sitios tan prohibidos como sagrados en la.memoria del que lo ha vivido! Y todo gracias a esas sesiones eternas, malas de solemnidad pero idóneas para filosofar en la barra de un bar con el primero que pasara por allí con ganas de jolgorio, Carnaval y de ‘cagarse lo muerto del patronato…’, que era la coletilla justo antes de pedirse otro cacharro.

 

Qué bien se lo pasaba uno cada vez que veía que se enlazaban tres malas agrupaciones con descanso incluido para comentarla con los amigos con una tapa y una cerveza por delante . Porque allí, fuera, también estaban los verdaderos protagonistas del teatro. Iban y venían viejos copleros. Algunos con la mala vida a cuestas pero una historia para sentarse a escuchar. Qué grandes ratitos que ya cuesta encontrarlos. Como a esos reventas que te solucionaban la tarde a golpe de rascarte una mijita la de Ubrique. Aún recuerdo entre los amigos, con mucha gracia, aquella llamada de uno al Ducal para que le pusieran con un reventa a ver cómo estaba la cosa para la semifinal de tarde que cantaba no sé quién. El camarero, muy digno, colgó indignado antes de contestarle: “¡Aquí se venden tapas, no entradas!”. Grandes día de Falla que no volverán. Como dice la canción, todo cambia. Y es una pena. Al menos, para mí, que habré cambiado demasiado.