CARNAVAL DE CÁDIZ

Pasodobles de laboratorio

Un buen pasodoble, desde el comienzo, debe llevarte embelesado en la melodía hasta el trío y de este al final

Por  9:25 h.

Doce notas solamente. Con ellas se han escrito desde obras maravillosas como ‘La Pasión según San Mateo’ de J. S. Bach, hasta otras cuyo único vínculo con esta es que el padecimiento está precisamente en escucharlas. Partamos de que no es fácil crear buena música. Incluso teniendo
talento resulta una labor complicada que requiere inspiración y muchas veces constancia a partes iguales; por ello cuanto menos condicionemos el acto creativo, mejor.

 

El esquema clásico de un pasodoble de comparsa saltó por los aires hace años cuando algunos autores ofrecieron un nuevo enfoque de lo que tradicionalmente había sido una composición de ritmo binario derivada de las marchas militares. Se ralentizó el tempo, se otorgó su medio minuto de gloria al galáctico del punteao, se fueron añadiendo –a la tradicional exposición, puente y trío– más exposiciones, más tríos,
se dinamitaron puentes…

 

No, no rechazo la evolución, si es coherente y bueno musicalmente poco me importa la estructura o el enfoque. El problema comienza cuando los autores hacen un diagnóstico incorrecto de por qué tal o cual pasodoble tuvo éxito, e intentan imitarlo aplicando la receta de otros. Así escuchamos todos los años una suerte de «pasodoblensteins» hechos de retales inconexos. Este vicio se reproduce también en chirigotas y nos encontramos frecuentemente cómo se languidece una sílaba mientras se marcan dos sonoros bombazos; un pianito por aquí, o una paradita por allá (¡quietos!) para seguidamente escuchar la segunda reforzada mientras redoblan las baquetas en el armazón de la caja.

 

Un buen pasodoble, desde el comienzo, debe llevarte embelesado en la melodía hasta el trío y de este al final. Debe ser coherente. Debe fluir. Lo que no pida el pasodoble no lo añadas; ya lo pedirá otro año, respétalo. En él, su melodía se anticipa por intuición. En cambio, hoy la intuición se sustituye no pocas veces por una escucha obstinada hasta que la música «te acaba entrando»; entonces la familiaridad con la obra tiende esos puentes neuronales que la incoherencia musical no te permitió construir en la primera escucha. Esta concesión del aficionado, claro, es sólo privilegio de unos pocos autores.