Igual que las embarcaciones pesqueras, quizá es necesario parar para que los caladeros se puedan regenerar. Que los peces crezcan y que haya una pausa marcada que ayude a mejorar de nuevo los recursos. A veces es necesario parar con intención de respirar hondo, coger aire y con los pulmones limpios, empezar un nuevo propósito. Eso es lo que supongo que algunos compañeros han intentado hacer este año.
Un pequeño paro biológico, para que la especie se conserve y no se deteriore por tanta caza y captura. Tengo la sensación que la mayoría de estas pausas van a ser por un año pero en algunos casos, no sé si volveremos a disfrutar de algunos repertorios en las tablas del Coliseo. Algunos compañeros necesitaron trece años respirando libre, hasta que un viento le sopló en la carita y sin embargo otros, sin un ápice de oxígeno carnavalesco en las venas, se fueron para siempre.
Ya han pasado 30 años desde aquella final de 1988, donde se vivió algo similar a lo que ocurre este concurso. En el mundo de la comparsa faltaron grandes nombres como Martín, Pedro Romero y Quiñones. Empezó a aparecer ese rumor tan nuestro, sobre la posibilidad de parar el concurso, de hacer un paro biológico. Y finalmente resultó que fue un año memorable en el palmarés del concurso con cuatro comparsones que quedaron en el imaginario de los buenos aficionados. Hablamos ni más ni menos que de Al compás de mi cepillo, España la nueva, Caña y mimbre y Entre tus brazos.
Este año son muchas las bajas significativas entre las que podemos destacar las de Tino Tovar, Jesús Bienvenido por segundo año, Vera Luque, Sheriff, Canijo de Carmona, Pastrana o los niños del cuarteto y sin animo de no olvidarme a nadie, mientras que ellos cogen ese ansiado aire, otros peleamos en pos de que el paro biológico no sea necesario y que sus ausencias se noten lo menos posible. De momento y a tenor de lo acontecido, de los caladeros de la cantera viene buena pesca, pero de todos modos hacedme un favor, volved pronto.