Carnaval de Cádiz

Papá, ¿Por qué somos del Atleti?

Comienza el verdadero Carnaval, el libertario, el de las callejeras y romanceros. Una vez más volveremos a escuchar los mejores cuplés del año, los estribillos más originales, los más cortitos y los más canallas.

Por  7:57 h.

Decía Kierkegaard que los prólogos son un estado de ánimo; son como afilar la hoz o afinar la guitarra. El COAC —qué acrónimo más feo; suena a eructo de pato— que tantos confunden con el Carnaval en sí, no es más que el prólogo de lo que ahora comienza. Se acaba un mes agotador de grandes puestas en escena, de tipos elaborados por excelentes artesanos, de grandes voces y de algunas coplas que quedarán en el recuerdo del aficionado.

 

También acaba un mes de un metacarnaval insoportable, de cameos innecesarios, de presentaciones a oscuras, de coros con contrabajo; un mes de homenajes de cuerpo presente, de ‘estritribillos’ (sí, ese subgénero que consiste en repetir la frase final del estribillo tres veces: la primera para que el público la escuche, la segunda para que la aprenda y la tercera para que, con suerte, la coree); acaba un mes de sombreros con plumas, gafas de soldador, luces, cordelería… con la mismísima trastienda de Crespo en lo alto; de tipos llenos de lamparones, de contraltos tragando saliva cuando no les toca cantar ‘lo suyo’; de coros que olvidan el tango, comparsas que olvidan el pasodoble, chirigotas que olvidan el cuplé y cuartetos que olvidan… al cuarteto.

 

Un mes intenso que arranca con buenos deseos, sueños y expectativas por cumplir, pero que a medida que empiezan los descartes se tornan en acusaciones e insultos al jurado y a otros compañeros; así siempre se puede pedir perdón al año siguiente en una nueva copla y seguir alimentando el monstruo.

 

Acaba el concurso y por fin empieza el Carnaval. Los tangos en sus bateas, las comparsas y chirigotas sin cameos, figurantes ni chistes visuales; con la copla desnuda. Comienza el verdadero Carnaval, el libertario, el de las callejeras y romanceros. Una vez más volveremos a escuchar los mejores cuplés del año, los estribillos más originales, los más cortitos y los más canallas. Escucharemos coplas en mujeres escritas por ellas mismas. De nuevo triunfarán los matices sobre lo evidente y los bastinazos sin anestesia. Volveremos a sostener la copa de quien nos canta y renovaremos nuestra fe en la fiesta, recordando por qué nos gusta tanto esto, coño.