Los hijos de Cádiz se han topado con la realidad del boom turístico. Es algo más allá que gente llenando de alegrías las calles, con una inusual actividad que recrea el ayer de una ciudad multicultural y moderna. Es la tan temida semilla de la gentrificación.
No es en ningún caso desvirtuar el turismo como actividad económica, sino el anteponer el modelo sin control alguno anteponiéndolo al beneficio de sus vecinos. Son, en muchos casos, frutos de contratos de trabajo precarios y el filo de una navaja para gente necesitada que se encuentra en la complicada tarea de sobrevivir. Cádiz necesita explotar sus bondades pero en ningún caso hacerse un harakiri en contra de los suyos, los hijos de Cádiz. El New York Times puso su foco en lo maravilloso de nuestra ciudad, y eso es una publicidad de valor incalculable, de también incalculable desastre. La industria es el eje.
Los airbnb y compañía han brotado como la espuma en la ciudad y muchos de los pisos sufren una modélica reforma que acortan su tamaño y la adaptan para hacer alquileres turísticos. ¿Y eso en qué afecta a la gente de a pie? Se lo explico muy sencillo: nos tendremos que marchar.
Si han probado a buscar piso de alquiler en Cádiz verán que es tarea muy complicada, por no decir imposible. Precios desorbitados, escasez de oferta y una dudable calidad en relación con esos precios. La ciudad no es para jóvenes, o más bien dicho, no es para jóvenes pobres. La “venecización” -o como quieran bautizarlo- de la ciudad es un principio de realidad. Comercios tradicionales que cierran borrando los recuerdos de la infancia y de la juventud de muchos gaditanos, lugares que son historias de la ciudad. La tan alabada esencia de la ciudad para el periódico norteamericano sufre la amenaza de esfumarse ante el abandono masivo de compatriotas que tienen que luchar contra la precariedad y la especulación de algo tan básico como es una casa.
En cuanto al carnaval, ¿qué será de él sin los gaditanos? A todos esos rapiñeadores de causas que se cuelgan la bandera de la cantera habría que preguntarles si les preocupa de igual manera que la cantera no llegue a serla, porque los niños de Cádiz no lleguen a nacer en la ciudad. O lo que es lo mismo, la amenaza de un Cádiz sin gaditanos. Allí ya no habrá banderas que alzar.