La Viña es Cádiz sin beduinos, Loreto es Cádiz sin los viñeros. Malos tiempos para la crítica, amigo chirigotero. Desde hace unos años corren estos vientos por la ciudad: o eres de Cádiz o estás contra Cádiz. Y para ser de Cádiz, no basta con haber nacido aquí. Ahora hay que ser de Cadicadi. Y la cosa no acaba ahí: Ya se ha creado la nueva estirpe top en Kichilandia: La gente de Cadicadi – cadi. Esos que ni se acercan a las murallitas porque les falta el oxígeno y hacen de las Puertatierra, su muro de Berlín. Pero recuerden cuando cayó el muro, para dónde corría la gente…
La gente de Cadicadi- cadi, no soportan a los Daddy Cadi. No soportan al Canijo, con o si foame. No toleran que el Bizcocho venga bien y se pueda meter en la final. Mueren con el 3 x 4 y admiten a regañadiente al Selu, al que me parece que están deseando darle un cajonazo. Son los guardianes de la esencia, que es lo esencial, esencialmente. Lo puro. Y duro. Forjadores de la cultura y el pensamiento único de asquí, con Kichi como Dios y Juan Carlos como Mesías. Mandamiento primero de Cádiz y su carnaval: respetarás al Kichi sobre todas las cosas.
Y eso es Cádiz: una anciana de 3.000 años con un corsé en forma de carril bici, mirándose al espejo encantada, pero cada día más decrépita. Recreándose en su decadencia, viéndose hermosa, sin atreverse a nombrar al capitán del Titanic. Mientras la nada sucede, la Concejala de festivales vende las entradas del Falla donde a ella le sale. Sin previo aviso y sin compromiso. O con muchos. Y no pasa nada, porque es pa Cadi, por Cadi, de Cadi.
¿Quién se atreve a poner en duda, si es justo o injusto un sistema que beneficia a los de Cadi? Usted y yo lo hemos pensado ¿soy yo de Cádiz para los de Cadicadi?
A mi nadie me avisó, para que me pusiera en la cola. Si a usted tampoco le llamaron, téngalo claro: usted si acaso será de Cadi, pero está fuera de los círculos. Esos que mueven ahora todo en Cádiz.
La estirpe que rige nuestro destino como ciudad, me temo que no nos considera uno de los suyos. A las pruebas me remito: osamos a poner en duda las bondades del sistema. Un sistema que silencia a los disidentes. Que castiga la crítica. Que anestesia los pasodobles y vuelve mansos los cuplés.
Más nos vale a los beduinos que nos vayamos organizando, si queremos que algo cambie. Si no nos avisan para comprar las entradas del concurso, al menos podríamos aspirar a una entradita en el Pemán, que ya tiene que estar a punto de inaugurarse.
Y si sigue así la cosa, según vaya lo de Cataluña podríamos solicitar una consulta vinculante. Porque si Cadi nos ve como a un Cañailla cualquiera, tendremos derecho a decidir con quien nos juntamos y – pongamos por ejemplo – a qué velocidad ponemos el tráfico por la Avenida. Y si nos independizamos de Cadicadi, ellos se quedan con el Falla, pero el estadio cae en nuestra parte. Y la Victoria no será tan bonita ni tan cocleta, pero tenemos Santa María del Mar… Y encima Cortadura es nuestra, queridos. Le ponemos su tasa turística a todo el que quiera darse un bañito en nuestras playas y arreglao: desde los autobuses de la Algaba a los de Cadicadi. Que no es por ná: es por mantener los servicios, sin que tenga ná que ver con la cadismofobia, digo la turismofobia.