Javier Ramírez 'El Chato'

Llámame nostálgico

Por  8:00 h.

Las redes sociales han aportado muchas cosas a la sociedad moderna. Algunas buenas y otras no tanto. Todavía recuerdo cuando era pequeño, como me metía entre la gente de la peña el Molondro, para escuchar ávido de carnaval, algún ensayo general y disfrutar de la coplas antes del concurso. Este hecho ahora es absolutamente imposible ya que incluso en los propios locales de ensayo somos reacios a dejar que entre gente, no vaya a ser que te graben el repertorio, lo cuelguen en una red social y ya las tenemos montada. También me vienen a la memoria esas noches en las que, tumbado sobre el sofá, escuchaba por la radio a las agrupaciones. Si alguna daba el pelotazo y el locutor afirmaba que el teatro estaba de pie (señal inequívoca de que la agrupación tenía nivel y no como ahora que se levantan con cualquier cosa) me ponía mi chaquetón y corría calle Diego Arias hacia arriba para esperar en la parte trasera del teatro. Allí esperaba ansioso que se abrieran las puertas para ver cómo me atrapaba la ilusión de los colores viendo como era el tipo. Desafortunadamente, esto también se perdió debido a los graciosos que te echan un foto en la peña mientras te estás vistiendo y antes de cantar ya tiene el tipo en su móvil hasta un Erasmus gaditano que estudia en Kuala Lumpur y no le gusta el carnaval. Como digo, tiene sus pros y sus contras ya que también gracias a las redes un buen aficionado al carnaval puede escuchar a su agrupación desde cualquier parte del mundo y no perderse a su agrupación favorita a pesar de estar fuera. Pero antes los debates se abrían en los bares, en el trabajo o en el instituto al día siguiente de la actuación y sin embargo ahora, somos analizados al detalle desde el momento mismo en el que se sube el telón. Y alguien que vive en Villaconejo de la cuneta y que ha escuchado carnaval desde hace tres, e incluso menos, es capaz de despellejarte sin piedad en sesenta caracteres. Llámame nostálgico pero prefiero el carnaval de antes. Las redes sociales han ayudado a divulgar nuestra fiesta pero hemos perdido la esencia y ya cualquiera puede despotricar de una agrupación aunque nunca haya corrido por la calle Diego Arias para ver salir una agrupación del Falla por la parte de atrás.