Hace tiempo que el Carnaval de Cádiz que conocíamos todos, pasó a mejor gloria. No sabría sopesar si lo que nos ha traído el futuro hasta aquí, es bueno para nuestra fiesta o por el contrario, terminará engulléndola. No quiero que esta disertación se convierta en chovinista pero me temo que las redes sociales han venido para quedarse y hacer un daño incalculable a nuestra fiesta mayor. Desde que Twitter, Facebook e Instagram forman parte de nuestras vidas, nuestro comportamiento se modifica y por ende el Carnaval de Cádiz y su concurso no se iba a ver excluido.
Hace unos años, escuchabas a las agrupaciones por la radio y salías corriendo a ver el tipo por la parte de atrás del Falla. Si no te daba tiempo, te contentabas con ver alguna foto al otro día en la prensa local. Ahora, es imposible incluso guardar el tipo en secreto porque algún gracioso – por no llamarlo de otra manera – te hace una foto con el móvil y la cuelga antes de cantar. Luego, una vez que abren las cortinas, eres analizado al detalle e incluso antes de abrir la boca y empezar el repertorio, hay miles de comentarios sobre el tipo, la puesta en escena y lo “malamente” que le queda el maquillaje al gachó de la punta jurado. Ya no hablamos de esta situación de lo que ocurre cuando el repertorio ha finalizado. Memes, montajes de vídeo, grupos de Whatsapp echando fuego y un largo sin fin de situaciones incontrolables que exponen a cualquier grupo que acabe de cantar.
Así que podemos afirmar que el Teatro, el escenario que es donde se interpretan las coplas, cada vez influye menos en el resultado que pueda obtener una agrupación. La repercusión a nivel social está en las redes y da igual que seas buena y que hayas cantado buenas letras. Depende de como te mueves en las redes, de colgar tus letras para que se entiendan, de que la gente que no te escuchó reproduzca una y otra vez tú pasodoble hasta que le guste, de compartir fotos de escena donde sales para comerte. Ya no vale con cantar bien en el coliseo de ladrillos coloraos. Ahora debes pasar por la dictadura de la redes sociales.