Afortunadamente no hay nada nuevo bajo el sol, porque así tenemos la posibilidad de poner a cero el contador cada febrero -o cada enero, o cada marzo, qué más da- y volver a empezar. No es el día de la marmota, porque cada año somos nosotros los que decidimos que esto va a durar un poco más que el anterior, sin necesidad de mirarnos la sombra, y tampoco es el eterno retorno porque hace mucho que quemamos las naves para quedarnos aquí, eternamente a este lado del mundo.
Lo único que necesitamos para seguir adelante son coplas, cuantas más mejor -y en preliminares cuanto peor, mejor para todos y esas cosas que decía Rajoy- y un chintataratachín para que la máquina del tiempo se ponga a funcionar y a trazar los límites del mapa. Qué sería de nosotros sin estas coordenadas, de nosotros, que contamos la historia por carnavales, hasta nuestra propia historia. Yo te conocí el año de “Los Lacios”, y tú naciste el año de “Los Pofesionales” –no me pegues tiritos en el pecho- y tú, cuando “Los Valientes”, que estaba yo “loquita por verte a mi vera”. Y nos mudamos de casa el año de “La Máquina”, sí, el de “Los Juancojones”, ¿te acuerdas?
Sólo mirando atrás se entiende este veneno, pasando las hojas del almanaque con el nombre de sus agrupaciones. Treinta años se cumplen ya de aquel tanguillo soriano que tanto en Gades se comentaba, veinte del único año que faltó a su cita con el Falla, diez años desde que aquellos “enteraos” nos dijeron las cosas como son “yo como entiendo una mijta de toros porque me he llevado treinta años trabajando en el congreso”….. uyyyyyyy, que ahora son otros los tiempos.
Y de pronto, comienza la cuenta atrás. 4 años de aquellas bingueras caleteras que no leían el New York Time pero sabían mejor que Andrew Ferren lo bien que se está aquí; 3 de Juan “¿sabe lo que te digo? Hi hi hi”, 2 de la suegra de Marijose y es que no quiero criticarla; 1 del grupo con más guasa, el que se pelea por tonterías… y mañana 0 y vuelta a empezar.
Que llegan “Los Quemasangre”, y treinta años los contemplan; treinta años nos contemplan. Quien quiera saber cómo somos, ya sabe dónde encontrarnos.
Felicidades, Selu