Pues resulta que dos autores que regresan este año, después de un año de barbecho, aprovecharon para probar la calle. Y la calle les ha dado frescura. Y resulta que hace tiempo todos hemos detectado que hay un carnaval de dos velocidades. O de dos direcciones. Que la calle va por un lado y el concurso va por otro.
Para quien no lo sepa, cuentan que el concurso empezó yendo a cantar al patio del ayuntamiento. Era una manera de que los censores vieran en vivo las coplas. Y se otorgaban premios. Y claro, el que quería ganar sabía la “línea editorial” que se valoraba. La censura “pagaba en premios” al que mejor se adaptara. Y algo así es lo que pasa ahora. La censura es hoy salir en los medios. No es lo mismo un chiste de casapuerta, de barra de bache, que sólo lo escuchan los que caben alli, que una copla que se escucha aquí y en Australia, y en tiempo real. Y que queda grabada para siempre.
Hay también un cierto complejo de “qué pensarán de nosotros” los de fuera cuando escuchen esto. A eso le añadimos cada vez más colectivos organizados, que pretenden que se puede hacer humor de todo menos “de lo suyo”. La esquina es libre, el Falla no. Las escalerillas de Correos, Armengual o Capuchinos le ganan la batalla de la poca vergüenza al escenario que tiene nombre de músico y no de letrista.
Alguien había escrito que el Carnaval era transgresión, que era la antesala de la purificación de la Cuaresma. Pero hoy, el Carnaval del concurso nos lo han cambiado por un certamen de coplas para “educar en valores”. Hay hasta premios de diversas entidades a la mejor letra sobre esto o lo otro. Definitvamente el Carnaval del concurso no nos representa. No somos nosotros. Es un animal domesticado,que da la patita, cuando se le pide, a cambio de su ración de comida.
Por tanto, o somos conscientes de ello y lo admitimos así, o al carnaval del concurso más que una ola fresca, le hace falta un tsunami callejero. Habrá que ver y saber si los autores, el público, la prensa, y todos en general están dispuesto a ello o no.
En la calle hay otra manera de escribir, de cantar y de musicar. También hay otra capacidad de recepción. Los tabúes caen a medida que los espacios se estrechan. La copla se hace golfa y confidente. A mi me tienta, como cada vez tentará a más autores. A lo mejor en el poco tiempo que queda hasta me animo a un callejeo literario.
Por último una reflexión ¿por qué hay pocas mujeres creadoras de humor en el Falla y sí las hay en la calle? Permítanme pensar que son más inteligentes que los varones. Saben que en el concurso poco tienen que hacer con estas estructuras, y la calle les ha brindado de oportunidad de ser infinitamente libres.