Una de las últimas reuniones de la junta ejecutiva del COAC.

Al Foso

El ‘marronato’

El Ayuntamiento vuelve a ser el organizador del Concurso y elimina ese Patronato que era el que se llevaba todos los ‘cosquis’, con razón o sin ella

Por  11:10 h.

El Ayuntamiento de Cádiz se ‘carga’ el Patronato. Tras llenarlo de grupos y asociaciones para alcanzar una mayor representatividad en una ilusionante (o ilusoria) democracia popular, ha dicho basta. Cinco años y medio ha tardado en cumplir con lo señalado en su primer programa electoral. Y todos contentos.

 

Porque este órgano ya carecía de sentido. Al margen de esa escasísima representatividad (con salvedades como coros y comparsas), de la informalidad de miembros que rara vez participaban de las reuniones, del mercadeo de votos y apoyos, del sinsentido de algunos actores que opinaban de cuestiones que no eran de su incumbencia… tal cantidad de dinero público como genera el Concurso y su dimensión alcanzada obliga a que sea el Consistorio el que tome las decisiones, acertadas o equivocadas. Los políticos son los representantes de los ciudadanos y los que han sido elegidos en las urnas, por lo que la gestión del erario municipal ha de ser exclusivamente suya.

 

Y del Patronato al ‘marronato’. Porque ese órgano ejecutivo, más en tiempos de Kichi donde la crítica al compañero no abunda precisamente, era el que se llevaba los ‘cosquis’ de todo el que pasara por ahí. ¿La culpa? Del Patronato. La línea Maginot de los alcaldes y concejales de Fiestas gaditanos, que se quedan más expuestos que nunca a la crítica.

 

Además, igual que había quien no se dejaba ver durante todo el año, existían carnavaleros que de ‘grati’ le dedicaban horas y noches de trabajo a la organización de un Concurso muy especial. Por ego, vanidad y/o amor a la fiesta, ‘curraban’ de lo lindo. No sólo luchando por dignificar la figura del carnavalero, lo que lograron en sus primeros años turbulentos de Valdivia y compañía, sino ajustando horarios, afinando en la reglamentación, la estructura y el orden de las sesiones, las inscripciones… el peluseo que no gusta, estas pamplinas que luego son decisivas para que salgan o no las cosas adelante, como el proceso de votación del nuevo nombre del Estadio.

 

Ahora esa ardua labor recae en un área y unos técnicos que seguro ya de por sí se sentirán saturados con su labor diaria. Y además sin parapeto alguno. Lola Cazalilla ha sido valiente por dar la puntilla a esta asociación de labor tan ingrata, comprobando que la democracia asamblearia se resquebraja por la falta de compromiso de la ciudadanía. Queda por comprobar si no salimos de Guatemala para… al menos (mínimo consuelo) la pandemia incluso le ha dado un tiempo extra.