Carnaval de Cádiz

El jurado popular

Para que un cajonazo lo sea necesita de la distancia temporal que solo ofrece el recuerdo, pero cuando eso sucede ya nadie se acuerda del jurado ni del concurso, todos disfrutan

Por  21:32 h.

Cuando el pueblo habla el poder calla. No hay más razón que la que invocan la masas ni opinión más certera que la compartida. En el carnaval también sucede así pero tenemos que añadir a la ecuación un factor determinante, el tiempo. El jurado da su veredicto y los aficionados no lo comparten. Es evidente que existe una desconexión entre el carnaval que valoran los que puntúan en un papel y el carnaval que disfrutan los que puntúan con el corazón, con la risa y con la emoción.

 

Si una agrupación esperada por todos no pasa a la siguiente ronda existe en el clamor popular una espina, un sentimiento de inquina y recelo pues lo obvio ni se cuestiona ni se duda en cualquiera de las facetas de la vida. Pero además de ese sentimiento popular de pertenencia es necesario que sea el tiempo el que dote de razón a la masa. Es el reloj el que consigue que esa frustración colectiva se transforme en recuerdo deseado, en coplas abanderadas, en memoria colectiva. Y cuando eso sucede ya no hay ni jurado ni prensa ni autoridad que lo discuta. No hay motivo moral alguno para defender lo indefendible ni capacidad de cuestionar una realidad que el tiempo ha elevado a la categoría de mito.

 

En carnaval pasa, muy de vez en cuando, pero pasa, y se conoce como “cajonazo”. Un cajonazo no es la agrupación que se queda en puertas de entrar a la final. Para que un cajonazo lo sea necesita de la distancia temporal que solo ofrece el recuerdo, pero cuando eso sucede ya nadie se acuerda del jurado ni del concurso, todos disfrutan. Como si hubiera ganado, como si hubiese sido un primero.

 

Los Cubatas, Israel, Caleta o Los Palomos son algunos ejemplos. Tampoco existen tantos. Hay años que buenas agrupaciones se quedan fuera de la final como Los Muñecos de Cádiz o Los Inmortales, pero el tiempo aún no los ha encumbrado ni metidos en el cajón de arriba de la cómoda del carnaval, ese que solo se reserva para los cajonazos de verdad.

 

El deshonor de haber sepultado una agrupación queda en el corazón del jurado, si es que fuesen aficionados, cuando miran atrás y ven que ni con puntos ni artimañas han conseguido acallar la voz del pueblo.

 

¿Estaremos en 2018 viviendo el germen de lo que el tiempo clasificará como cajonazo?. Permítanme que no lo crea.

 

No hay jurado más soberano y democrático que el pueblo y el tiempo.