De un tiempo a esta parte, ya nos hemos acostumbrado a que año tras año, el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (quizá este sea uno de ellos, llamarle COAC) cambie las normas. Son 29 artículos los que marcan los designios de la organización de este certamen de coplas pero nunca hay consenso y cada vez que se aproximan las fechas del siguiente año, todos los miembros del Patronato se adentran en una espiral de precipitadas decisiones para intentar cuadrar agrupaciones, fechas y otras normas respecto a cabezas de serie, montajes, tiempos, relojes, colores y demás asuntos variopintos que nunca deja contento a nadie.
Lo primero que me viene a la cabeza es el calendario perpetuo, ya que sabemos con antelación cuándo es el próximo carnaval y por lo tanto, qué fecha aproximada sería la apropiada para iniciar el concurso y por otro, la intervención de la creación de las normas de los participantes que hacen del COAC una concurrencia un tanto peculiar. En este cóctel, incluimos un nuevo ingrediente que es el crecimiento exponencial del número de participantes. Con este panorama sigo sin entender, que todos los años y por norma, se haya convertido en un clásico lo de toquetear las bases y volver a revisar lo revisado y modificar lo modificado, buscando no sé qué beneficio. Por ejemplo, comenzar a las 20 horas, en horario comercial, para no acabar muy tarde, favorece a algunos y desfavorece a otros. Ser cabeza de serie no tiene ningún beneficio si me obligan a cerrar función y además de manera dictatorial debo aceptar cantar en esa posición, ya que no puedo negarme y preferir ir al bombo con el resto. Aumentar los días de cuartos y semifinales, puede estar bien si existe nivel para rellenar esos pases, si no puede ser contraproducente.
Pero Cádiz es una ciudad muy ‘sui’ generis y queda demostrado que es difícil llegar a acuerdos si seguimos tirando cada uno hacia un lado. Es posible que estos cambios tengan tintes de buena voluntad para mejorar pero seguro que el año próximo habrá cambios porque algo habrá fallado y si no hay fallos, ya se encargará alguien de buscarlos. A veces pienso que no hay que tocar muchas cosas pero también que quizá habría que aplicar la brutal paradoja de Tomasi di Lampedusa, ya que si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.