
Un domingo de coros no empieza en el séptimo día de la semana, sino en el sexto, no dejándose llevar por el maremagnum del sábado por la noche. Y es difícil, además del botellón oficial, sortear los tablaos instalados en la Palma y San Antonio. En especial el viñero, donde no hay tanta concentración de botellón y se dan cita las mejores agrupaciones. Salvado este escollo, y con la ayuda del despertador, miles de gaditanos y visitantes comenzaron a afluir al centro sobre el mediodía. A las 12.30, cuando aún restaba oficialmente media hora para que los coristas se subieran a las bateas, el Mercado ya estaba lleno de gente ávida de coplas y de diversión. Las múltiples barras instaladas por el centro dispensaban a discreción botellas de moscatel y de cerveza, los bocadillos se cortaban con velocidad y, lo que era más importante, el frío con el que despertó la ciudad iba acabando su pésimo popurrí para dar paso a la excelente falseta de la diversión de los coros.
Empieza la diversión
Sobre las 13.30 horas, media hora más tarde de lo programado oficialmente pero sin que se escucharan quejas, empezaban a moverse las bateas por el Mercado. Hay que recordar que, al igual que ocurrirá hoy, había cuatro recorridos para los coros. El primero pasaba por la plaza de Mina, San José, la calle Ancha y el Palillero. El segundo transcurría por el Palillero, Columela, plaza de las Flores, Correos y Hospital de Mujeres. El tercero transitaba por Londres, Libertad, Garaioechea y Desamparados. El cuarto, correspondiente a la asociación de coristas El Cañón, recorrió la plaza de Mina, San José, Ancha, Sagasta, San Pedro, Beato Diego, San Francisco, Mendizábal, Rosario y la plaza del Cañón. La existencia de varios recorridos por el centro hizo posible que, aunque todo el centro estuviese tomado por los aficionados, pudiese ser transitable y dejase paso para que las ilegales se colaran entre los huecos del recorrido para ir calentando sus repertorios.
Uno de los coros más madrugadores y puntuales fue el de ‘Los que viven como reyes’, que se hizo el auténtico rey de la zona de la plaza de la Libertad. Eran cerca de las dos menos cuarto de la tarde y el sol se erigía como protagonista. Las gafas de sol y los vasos con moscatel se convirtieron en el uniforme de los espectadores, que no dejaban de moverse al son que iban marcando los coristas. Llegadas las dos y media, el centro ya era un hervidero y las principales plazas estaban tomadas por el Carnaval (Palillero, el Mercado y Mina por los coros, Las Flores por las ilegales y Candelaria por el tablao de la peña La Estrella).
‘Los alcaldes de La Caleta’ iban desgranando su repertorio en la esquina de Hospital de Mujeres y el público (algo menos que en años anteriores) coreaba su estribillo. Como todas las agrupaciones, llevaban su correspondiente publicidad en la batea (donde no faltaban ni los sombreros ni las gafas de sol ni las ganas de pasarlo bien). La crisis ha obligado a los grupos a aceptar publicidad de muy distinta índole. Una agrupación, de hecho, llevaba publicidad de un local de alterne, con cumplida información sobre sus ofertas en carnaval, en la batea.
Si la plaza del Mercado tenía grandes aglomeraciones, la plaza de Mina ofrecía un aire más familiar. Allí se concentraban padres e hijos y los carnavaleros que querían hacer una pausa para comerse el bocadillo. Para llegar a la plaza desde el Mercado, era fácil encontrarse, en San José, con una batea de frente. Ante esta eventualidad, la mayor parte de caminantes optaba por apoyarse en la pared y disfrutar de alguno de los coros; por ejemplo, de ‘Guais, mais, plais’, que tenían muchas ganas de divertirse y no dudaban en recibir con una sonrisa la comida que les ofrecían algunos aficionados. En la plaza Mina, sobre las 15.30, ambiente muy tranquilo y familiar. Tanto que, frente a la Delegación de Educación, cantaba el coro de Lucía Pardo, ‘Cantina Las Manitas’ y, detrás del él, ‘Los cabrones’, de su padre Julio Pardo.
A partir de las 17 horas, el ambiente iba cayendo en paralelo con el sol. En el Palillero, punto donde confluían las agrupaciones, ya a las 17.30 ‘Khumbayá’ convirtió la plaza en una fiesta. Se escucharon gritos de «campeones, campeones» a lo que ellos respondieron dándolo todo en el repertorio. A las 18 horas, el ambiente ya no era el mismo. Había más jóvenes pendientes del botellón que aficionados a las coplas. ‘Cai Milenaria’ entonaba sus últimas coplas frente al Merodio. Empezaba el frío y los aficionados abandonaban el centro y buscaban la Cabalgata en la Avenida.