Guardadas por ahí, escondidas, cogiendo polvo en un antiguo baúl bajo llave. Son coplas que ruborizan a cualquiera, agrupaciones que pueden hacer tambalear a muchos mitos de la fiesta gaditana. Todo carnavalero tiene un pasado, y LA VOZ se ha dispuesto a destaparlo.
Los protagonistas se alejan de lo divino, son humanos, con sus errores que reconocen de inmediato. Hay quien, como Brian, mira el lado bueno de la vida y lo considera un curso intensivo de aprendizaje. Otros hasta pensaron en la retirada creyendo que el duende carnavalero no había anidado en su persona, que mejor encaminar sus pasos hacia otro lado.
Lo cierto es que muy pocos han esquivado el fracaso, la otra cara del éxito. Por fortuna sus batacazos son poco sonados y siempre corresponden a épocas pretéritas, caídas en el olvido y en las que sus nombres todavía no se habían hecho un hueco.
Antonio Pedro Serrano, el Canijo, ha protagonizado varios «babuchazos», el término que le sirve para acuñar a sus primeras y desacertadas apariciones por el concurso del Falla. Aterrizó muy pronto, con 14 años, de punta de una chirigota llamada El dios Baco y los que armaron el taco (1985). «Infumable, tan mala que hasta cantamos un pasodoble a favor de la visita del Papa». En el 91 regresó con un garbanzo negro que quedó quinto por la cola: Juan, no te vayas que ya están los fideos, de albañiles. Otros títulos difíciles de olvidar son ¿Pero por qué no podemos salir de indios si es el tipo que nos gusta? o Veinte mil lenguas de viaje en un vespino. Con respecto a su cuarteto Al compás de mi cohetillo, asegura que no era tan malo.
Otro sevillano que tuvo que aprender a base de palos fue Álvarez Seda, que triunfa ahora con Kike Remolino pero sus inicios no resultaron esperanzadores. Atrás quedaron Los Hernias de disco, La careta de mi prima, Corre, corre, caballito y Hola, buenas noches. Hasta se atrevió con la comparsa El peaje. Ninguna quedó más allá de las preliminares, pero serían el germen de la finalista Esto es pa verlo y la actual Cuidao, que voy.
Más chirigoteros. José Guerrero ‘Yuyu’ no estuvo del todo acertado con sus ‘ordeñadores personales’. «No quedamos los últimos, lo cual ya es un meritazo. La verdad es que teníamos más ilusión que calidad, pero aún así quisimos ir al Falla a ver qué se sentía. La experiencia fue emocionante por el debut y triste por el resultado, pues caímos a las primeras de cambio. A pesar de haber sido una agrupación del montón… fue la primera piedra para todo lo que ha venido después», comentaba hace poco en una entrevista. Selu García Cossío no tiene ningún pinchazo, dejando al margen sus pinitos como comparsista junto a Enrique Villegas. Y Los revolucionarios de Vera Luque, aunque no pasara el corte, sí que tenía calidad para agradar al aficionado. No todo ha sido «llegar y besar el santo», como dice Kike Remolino, que con su primer grupo ganó en infantiles y tras acumular premios en la cantera ahora lo hace en adultos.
En la comparsa se encuentra un autor que hoy se mantiene en la cúspide pero que a punto estuvo de dejarlo por culpa de sus primeros fracasos. «Si Un peasso coro no hubiera pasado a semifinales, yo no habría escrito más». Eso reza Juan Carlos Aragón, que se coló por primera vez en el Falla con la comparsa juvenil Los contrabandistas, aunque peor fue la del año siguiente, Juerga.
Antonio Pedro Serrano: «He tenido babuchazos bastante grandes»
Pues eso mismo es lo primero que dice. «He tenido babuchazos bastante grandes», apunta con una sonrisa el chirigotero más
ingenioso del momento. «Mi primer engendro fue a los 14 años, como componente, con El Dios Baco y los que armaron el
taco». Mis padres tuvieron que convencer al director para que me dejara salir, porque yo era muy joven, hastas cantamos un pasodoble a favor de la visita del Papa, y acabábamos el popurrí con un villancico. «Lamentable». En ese 1983 sólo cantaba. «En el 91 ya todo es culpa mía, un garbanzo negro del que ya era consciente y que quedó quinto por la cola. Juan, no te vayas que ya están los fideos. He hablado con Youtube y lo han conseguido retirar, no queda nada». A principios de los 90 era fijo de los concursos de Carmona, y muchas veces no se atrevía a venir a Cádiz. «Mejor, porque un gran babuchazo fue ¿Por qué no nos dejan salir de indios si es el tipo que nos gusta?, o la de Sensación de Vivir, los chicos de las 3.000. Antonio las recuerda, y hace una reflexión. «Por todo esto no debería haber una criba previa».
Juan Carlos Aragón:«Las primeras experiencias me desanimaron mucho»
«Las primeras experiencias me desanimaron mucho»
Acaba de publicar un libro, es el autor más reconocido socialmente del actual Carnaval, pero sus primeras agrupaciones no
es que fueran regulares, «es que no tenían ninguna calidad. Empecé en juveniles con Los contrabandistas, y al año
siguiente hice otra comparsa peor, Juerga. Poco que ver con la actual filosofía de Aragón. «Intentaba imitar a los comparsistas del momento, los que se la dan de artistas. Íbamos muy chulitos, aflamencaos, y hasta con un solo en el popurrí». Poco le duró aquel grupo, algo en lop que no cambia, y creó «una chirigota a la que no deberían haber dejado entrar en el Falla. Los tartajas tajarines. Y ahora me río yo de algunos mamarrachos…». Quedó sumergido en las profundidades de la clasificación, «y me sirvió para comprender que esto no era lo mío, que mejor me dedicara a terminar la
carrera».Es muy crítico con sus inicios. «Esa experiencia lo que hace es desanimarte, no te ayuda, se te quitan las ganas de seguir. Si Un peasso coro no hubiera gustado, ahora yo no estaría en el Carnaval».
Lolo Álvarez Seda:«Yo sufrí el cachondeíto del gallinero del Falla»
Está revolucionando la chirigota con Los pitorrisas, Los tijeritas y ahora Los parapapá. Pero qué mal lo pasó cuando empezó a pisar las tablas del Falla. «Hacía una chirigota en el instituto, en Sevilla, y me pidieron que me uniera a un grupo que estaba naciendo». Hizo sus primeros pinitos en el Falla como componente en Mi parienta es una zorra, y entró en la autoría con Las hernias de disco. «Eran chirigotas flojitas, y sufrí el cachondeíto del gallinero con el famoso grito de ¡uhh!. Al principio creí que nos estaban animando. Fueron momentos duros, ocho años bregando». Así, «aprendiendo y escuchando, más que hablando», iba aumentando su nivel. «A mí los palos me daban más ganas de volver. Quería llevarme a mi grupo contento, no triste. Las ganas están por encima de mi ego. Y les decía Ya veréis como el año que viene no nos pitarán». Ahora triunfa en la chirigota, pero recuerda con nostalgia aquellos años. «Ha cambiado mi visión del Carnaval, que debería ser para pasarlo bien. Es la voz del pueblo que nosotros somos capaces de rimarla. Por eso me quedo con la frase de Juan Carlos Aragón. En el camerino ya no huele a vino, huele a hospital».