Ala una y media, hora fijada para el inicio del carrusel de Segunda Aguada, apenas había nadie en el lugar. Los comerciantes del barrio –encomiable su esfuerzo para mantener viva estra tradición instaurada hace más de una década– se afanaban en preparar los camarones para las tortillas, con la vista puesta en un cielo que amenazaba lluvia por momentos.
Pasadas las dos, el personal tras haberse levantado de una noche que acabó en el Falla con Los caballeros de la piera reonda, empezaba a dejarse ver por la zona. Pocos minutos después, los primeros tangos comienzan a sonar en territorio beduino.
El sonido repetido de los tractores es síntoma inequívoco de que, un año más, serán muchos los coros que se acercarán hasta este enclave de extramuros. En concreto hasta trece no quisieron perder la oportunidad de acercar sus coplas a una muchedumbre que se hacía más grande conforme pasaban los minutos, pese al frío y a un cielo encapotado que no presagiaba nada bueno.
Las mayores guerras de coplas se viven en la Avenida de Lacave. Es allí donde confluyen las bateas, ya que es el punto de encuentro entre los dos itinerarios establecidos. Como suele ocurrir tracionalmente faltan los ‘grandes’, es decir, los que cantaron el viernes en la Gran Final del Falla, que tenían otras citas. Tampoco se dejó ver el grupo de los hermanos Sevilla Pecci, el denominado coro a pie.
De los semifinalistas, una de las atracciones fue la presencia del coro de Miguel Ángel Moreno y Luis Manuel Rivero, La academia, que traslada a la calle la vistosidad que ofreció sobre el escenario del Falla. Junto a él, el grupo de Juan Antonio Lamas que aprovechó la ocasión para que su tango, que no pudo sonar el viernes en el Falla, se escuchase en Segunda Aguada.
Otros que también quisieron sumarse a la fiesta fueron los jóvenes componentes de Maracaná, el grupo de Germán Moreno y Desiré Tey, animado como pocos y Mirando por Cádiz, de José Manuel Valdés y Felipe Marín, siempre muy esperado en la calle. Otro ‘vecino’ tradicional de este carrusel es el coro de la peña lasaliana viñera, que trasladó su duende desde el barrio más castizo hasta la gasolinera África.
Desde el entorno de la Bahía llegaron El chivatazo y El coliseo, así como La pesadilla y Los muertos del coro, todos ellos participantes en el certamen de coplas, al igual que Las pioneras y Seguimos dando la vara.
Sólo se ausentaron, lógicamente, los de la capital hispalense. Para que no faltara de nada acabaron por incorporarse el coro juvenil Menuda tierra y el ilegal de Luis Frade, El clan de los Maccoca, para una fiesta que se prolongó hasta poco antes del inicio del pregón del Selu.
Tangos beduinos para abrir boca
Trece coros se dieron cita en un carrusel de Segunda Aguada, en el que la muchedumbre desafío al frío y a un cielo que amenazaba lluvia por momentos
Por Francisco Márquez , 12:42 h.