Las Cadiwoman, heroínas callejeras, hace más de una década que tomaron los barrios de Cádiz con su chirigota. Chirigota feminista, que combate contra el heteropatriarcado y las diferentes formas de machismo que a veces se esconden también bajo un disfraz y un chiste obsoleto. Su autora Susana Ginesta reflexiona sobre el Carnaval como herramienta subversiva y ensalza el superpoder de la sonrisa como elemento de cambio.
-Pregunta obligada. ¿Quién es el hombre que le escribe la chirigota?
-Jajajaja. Maravilloso. Es cierto que me lo preguntaban muchas veces, cada vez menos porque ya saben que la escribo yo con la lluvia de ideas de todo el grupo. Hace poco me lo dijeron, pensaban que la escribía otro compañero de ilegales. Me quedo flipando y diciendo ¿dónde está la camara oculta?
El problema no es la pregunta, que la mayoría de veces es sin malicia, sino todo lo que lleva detrás, implícito. Que a estas alturas se sorprendan de que las mujeres escribamos chirigotas, que podamos hacer humor.
-Es que el humor parecía un terreno exclusivo del hombre, vetado par la mujer.
-Tradicionalmente los que hacían chistes eran ellos, y nosotras tendíamos a imitar lo que los hombres hacían. Lo vamos cambiando poco a poco, manejando nuestros propios códigos.
-¿Hay un humor masculino y otro femenino?
-El humor siempre es humor, pero entre géneros existen realidades distintas. La forma de hacer el humor es diversa por la perspectiva. La paternidad no es igual que la maternidad, se aborda de manera diferente; también los cuerpos, la realidad social… todo ello enriquece la fiesta. Y a nosotras. Porque una descubre su identidad y se ríe de una misma también.
-Habla del Carnaval como herramienta, como vehículo social.
-Es que el Carnaval tiene tantos prismas y perspectivas para afrontarlo que es maravilloso y motivador. Desde un punto de vista sociológico, antropológico, comunicativo… El Carnaval nos permite jugar y es una herramienta subversiva, de cambio. Está en su propio origen. Surgió para canalizar la opresión al pueblo, como fórmula para escapar de la censura y cantarle al señorito. Es el ‘leit motiv’, una válvula de escape y no podemos perder esa esencia.
El humor puede hacer pensar y es un motor para mover realidades.
“El humor siempre es humor, pero hombre y mujer viven realidades distintas y los códigos son propios”
–¿Se ha conseguido algún avance en estos años?
-Yo creo que sí. Hay más conciencia social. Cierto que nos encontramos con personas que son un muro de hormigón, pero en general somos más sensibles hacia otras realidades. El pueblo es diverso y como tal deben existir muchas miradas diferentes.
-Se declaran abiertamente como una chirigota feminista, ¿qué quiere decir con eso?
-Pues que eso lo vamos a tener presente. No es sólo hacer letras reivindicativas, que también puede que las hagamos a veces, sino que ese movimiento impregna la chirigota de manera transversal. Nos ponemos las gafas violetas, y así intentas no escribr cosas machistas, no ridiculizas a las mujeres y, en fin, superamos el heteropatriarcado tan presente. Un machismo que también oprime al hombre, porque nos oprime a todos.
Es igual que ahora a pocos se les ocurre hacer una copla machista o xenófoba, aunque de vez en cuando las hay.
-Por supuesto que los hombres pueden disfrutar de esta chirigota, que me consta alguna vez también se lo han preguntado.
-Claro. No sólo pueden sino que deben. Nos vamos a reír y echar un buen rato. Y compartiremos con ellos diferentes visiones de la realidad. A veces se sorprenden porque nunca habían reparado en ello. La chirigota feminista no consiste en meterse con los hombres, está muy lejos de eso. Nos metemos con el machismo, con nosotros y nosotras mismas en definitiva porque el machismo es una estructura, una manera en la que nos han enseñado y educado. La cuestión es querer darse cuenta de ello.
-La inclusión de la mujer en el Carnaval es un hecho sin discusión en la calle, Basta pasear por Cádiz estos días para encontrarse a numerosos grupos femeninos por las esquinas. Pero en el Concurso apenas se avanza.
-Hay muchísimos motivos. Entre ellos, que una agrupación en el COAC requiere mucho tiempo, muchos ensayos durante meses y las mujeres hemos ido asumiendo (la mayoría de las veces porque no nos queda otra) muchas responsabilidades y tenemos menos tiempo. Y luego está la autoestima femenina, que está configurada de manera diferente. El hombre ha sido educado para lo público y la mujer para lo privado. Los juicios externos son más duros con nosotras. También creo que se le da mucha importancia al Concurso, y el Carnaval de la calle es mucho más libre. En el Falla tendrían que cambiar estructuras y cabecitas. Quedan muchos años para verlo porque requiere una profundidad y el Concurso no está preparado para eso.
“El Carnaval es una herramienta subversiva; me gusta que se rían y echen un buen rato, pero si además les sirve y les ayuda a pensar, pues mucho mejor”
-Tanto que se habla de los ‘ofendiditos’ ¿Hay un exceso de celo en el feminismo con respecto a las letras?
-Todo lo contrario. Hay un exceso de permisividad al machismo. Hay temas que ya no se cantan porque son antiguos y casposos, pero aún así se sigue en pañales en este sentido.
-¿Qué es lo que más aprecia que le digan tras escuchar su chirigota?
-Que han pasado un buen rato. Hemos encontrado casos de personas a las que una letra les ha servido para superar rupturas; otras que se pusieron las coplas en el parto porque les daba un subidón. Y compañeros que se han quedado pensando y nos han dicho que esa situación nunca la habían visto de esa manera. Que se rían y que piensen si es posible.
“Hay que cantar cuplés de pelo porque el sexo forma parte de la vida, pero me gusta darle una vueltecita”
-¿Empieza a aceptarse que la mujer suelte un bastinazo como siempre lo han hecho los hombres?
-Puede hacerlo, pero a mí el humor me gusta que tenga una vueltecita. Está claro que hay que cantar ‘cuplés de pelo’ porque la sexualidad es parte de la vida, y resulta indiferente quien lo haga. Pero no somos de soltar bastinazos sin sentido.
-¿Cómo viven la semana de Carnaval las Cadiwoman?
-Intentando conciliar con nuestras parejas, familias, amigos, nuestras tribus. Quedamos todos los días y salimos a la calle. Es una catarsis. Una semana mágica cantando, escuchando y riendo, echando los demonios fuera. Es nuestra manera de vivir el Carnaval.