«Me encantaría que hubiera más gente… pero como empresaria sólo estoy yo». Sonia Espinosa es la única artesana que trabaja de forma directa a los grupos del COAC. Lo hace junto a su socio, Juan Diego Aragón, en la empresa Achicarte. Y, más allá de las trabajadoras asalariadas, es la excepción que confirma la falta de mujeres en un gremio aún muy masculinizado.
¿Cuáles son los motivos? Espinosa apunta varios. El primero, el de casi siempre: la falta de visibilidad. Apenas hay referentes en «un mundo de hombres». «Es importante para nosotras ver que hay otras mujeres. Pasa en muchos sitios… Cuando ves que hay mujeres que sobresalen es cuando empiezas a ver una evolución hacia la igualdad», explica.
Suya (y de su socio) es una de las puestas en escena más espectaculares de este COAC 2020: el salón de la nobleza de ‘La Chusma Selecta’. También han sido los responsables del atrezzo en El Perro Andaluz (2018) y Los Carnívales (2019). «Trabajar con Antonio (Martínez Ares) nos hizo dar el saltito», recuerda esta artesana, que además cuenta con la chirigota del Bizcocho y la comparsa de Iván Romero como clientes habituales.
El concurso permite llegar a final de mes durante una parte del año, pero no para siempre. Además, es un trabajo sacrificado con «jornadas de hasta 16 horas y fines de semana». Ese factor también explica la desigualdad en el sector. «Ni soy madre ni señora de nadie y tengo esa libertad de poder dedicarle a mi trabajo mucho tiempo porque me encanta. Pero si hubiera tenido hijos no sé si hubiera podido seguir adelante. Supongo que le hubiera echado ovarios… pero reconozco que para todas las horas que le echo habría que tener una pareja que te ayude», desarrolla la artesana.
La inversión de tiempo necesaria en el concurso es menor en el mundo de las ilegales, donde las mujeres sí se han ganado un espacio destacado. La propia Sonia Espinosa sale en una agrupación callejera y recuerda que «la calle es muy libre y da muchas facilidades», mientras el COAC, la cara más masculinizada del Carnaval, «es más duro» y requiere un mayor compromiso y disponibilidad de horarios. «Hay que acabar con el cliché», plantea la artesana. «Si mis compañeros hombres tienen la posibilidad y sus parejas se encargan de sus hijos… ¿Por qué no va a ser al revés?», cuestiona.
Apoyo al sector
El sector de la artesanía se vería directamente afectado si una de las promesas más recurrentes de las campañas electorales a nivel local se cumplieran: asentar la industria del Carnaval de Cádiz como un referente fuera de sus fronteras.
Y es que la mayoría de empresas de artesanía se encuentran fuera de Cádiz capital. En su caso empezaron en un pequeño local en San Juan de Dios, aunque en cuanto empezaron a atender una mayor demanda se mudaron a la Zona Francia y finalmente a Tres Caminos, fuera del término municipal: «Aquí está todo más asequible y es un polígono que tiene de todo para comprar».
Sonia Espinosa, que también forma parte de la Asociación de Artesanos del Carnaval (ARTECAR), considera que el Ayuntamiento de Cádiz debería idear una estrategia para concentrar el potencial creativo, en primer lugar porque generaría riqueza incluso en las empresas de alrededor a la hora de comprar recursos. Además, favorecería la difusión del gremio para que «la gente pudiera venir».