Valoración: MALA
La presentación de ‘Los prisioneros’ para empezar a volar. Boxeadores subidos en un ring, de ahí que poquito le duren los empastes. La chirigota viene pegando, con fuerza, pero excesiva. Es decir, falta gusto, tacto, delicadeza en la interpretación del pasodoble. Sobran golpes y gritos, salvo que quieran noquear al personal. Son tela de ruidosos. Confiemos en que el cuarto de ensayo lo tengan insonorizado con los cartones esos de los huevos, porque si no los vecinos habrán acabado en la lona.
Habría que reducir decibelios y disminuir la velocidad para poder centrarse en el continente. Pero aquí no podemos bajar el volumen y resulta mucho más difícil.
El inicio del pasodoble arranca por la melodía de Rocky y en él recuerdan a Manolo Santander y Juan Carlos Aragón, que pasean el nombre de Cádiz y su Carnaval por el mundo entero. Llegaron hasta a Roquetas. El segundo lo iluminan con la luz al final del túnel y cómo escapan gracias a las manos de un cirujano. En realidad encierra una crítica a los recortes de la Junta en Sanidad. Original y atropellado. Como vuelvan a casa a esta velocidad, el multazo del radar allá por Loja les va a costar el dinero y los puntos. Lo importante es llegar.
En los cuplés, se enfundan los guantes y dan el primer golpe bajo: al satisfayer. El segundo es un gancho alevoso. Toca ‘La isla de las tentaciones’ para dejar grogui al adversario. Estefanía, cuernos… Justo en este momento, yo he tirado la toalla. No hace falta el directo del estribillo, ya ha sonado la campana.
Son los diez segundos más largos de mi vida, pues el árbitro los alarga hasta los ocho minutos de popurrí. Sin piedad. Más allá de la discutible gracia de las cuartetas, enervan, estresan, agotan. Tilín, tilín, tilín. Suena la campana.