Su apariencia guarda una sugestiva belleza entre la postmodernidad y el cine en blanco y negro, pero Mariana Curado es mucho más que la diosa por un día del Carnaval de Cádiz. Jugadora de voleibol, seguro que atesora grandes cualidades; valores que sin embargo sólo conocen sus familiares, sus allegados y el jurado que la ha elegido para dicho menester, entre baile por tanguillos y preguntas presumiblemente absurdas sobre José María Pemán, Manuel de Falla y el Bicentenario de La Pepa.
Uno de los misterios de Cádiz es el que rodea a la identidad profunda de la diosa y de sus ninfas, que este año son Rosa María Ramírez López, Cristina Sánchez Remesal, Rocío Sáinz Rodríguez, Carmen Calderón Pérez, Myriam Porquicho García, Ana Isabel Tirado López, Almudena Ortega Candón y Támara Beardo González.
Con lo que valen todas, con lo que merecen, ¿por qué la oficialidad gaditana les sigue condenando a un discreto papel de mujeres objeto con madroñera? Como si fueran aquellas reinas de las Fiestas Típicas que se eligieron a dedo entre 1954 y 1977, aquella hija de Manuel Fraga, aquellas nietas de Luis Carrero Blanco o del mismísimo Francisco Franco, aquella Tita Cervera el mismo año que fue Miss España.
Al menos, ahora no las hacen desfilar por una pasarela, como ocurría al principio de la recuperación de los carnavales, en la carpa, a punto de que cualquier Luis María Ansón fallase su calidad estética. Quizá haya que preguntarse por qué ha descendido bruscamente el número de candidatas a diosas y a ninfas: como si fuera el censo de la ciudad, el censo de aspirantes ha bajado de cien a 53 este año, aunque en 2008 sólo hubo 44. Será tal vez un efecto anticipado de la recesión, que también habría llegado a la bolsa de las ninfas. O quizá que ya no resulte imposible acceder al Gran Teatro Falla sin pasar por la reventa, con lo que el acceso por Internet habría restado estímulo a las aspirantes a un cuele al mejor palco del teatro.
¿Siguen siendo diosa y ninfas más allá de la cabalgata? He ahí uno de los grandes misterios de la historia contemporánea, porque pareciera que el protocolo municipal las abdujese sin dejar rastro, aunque los más jartibles quizás puedan reconocerlas en cualquier bulla escuchando a agrupaciones con papeles o ilegales.
En varias ocasiones –como hizo Francisco Cárdenas cuando ocupaba la presidencia de la Asociación de Autores del Carnaval de Cádiz–, se ha cuestionado la existencia de diosas y ninfas como un anacronismo machista: «Quizás las mujeres han tomado conciencia de su condición y no quieren regirse por unos cánones que no son reales», aseguró entonces. Aunque cabría formular una pregunta, la de por qué siempre que se ha puesto en solfa esta elección, las voces críticas han sido masculinas. Tal vez la solución no estribe en suprimir dichas figuras, entrañables y cómplices, sino elegir también un dios que no sea momo y unos sátiros como los que escoltaban a las ninfas en la mitología griega. Así de paso no incumpliríamos el contenido de la Ley de Igualdad de Trato que contra cualquier tipo de discriminación pretende promulgar el Gobierno este mismo año.
Mariana curado, diosa por un día
Paseando por la fama
Por Juan José Téllez , 12:53 h.