Luis Frade, corista forajido

Por  12:39 h.

Qué lástima que Sabino Fernández Campo, que fuera durante mucho tiempo jefe de la Casa Real, haya fallecido sin mediar en el exquisito protocolo gaditano por el que la Asociación de Coristas le llegó a exigir al único coro ilegal que no hiciera el carrusel con las restantes agrupaciones de su género. Sobre todo cuando hubo años en que coros que participaron en el concurso del Falla no le llegaron al talón a esta agrupación que dirige Luis Frade, corista forajido después de haber acumulado un excelente palmarés en sus comparecencias en el certamen oficial de agrupaciones.
Se pongan como se pongan, tanto ayer en Lacave como hoy en el centro urbano, la calle seguirá siendo suya, con composiciones de Antonio Grimaldi, Manolo Sola, Eduardo Bablé y Adela del Moral, incorporando a su elenco a nombres conocidos en otros ámbitos ciudadanos, como los de Emilio Aragón y Alfonso López Almagro. La suya es una batea abierta, donde lo mismo suben espectadores que el primer cuarteto femenino de la historia del Carnaval: a fin de cuentas, ya en su día, Frade le echó una mano a Adela del Moral con el coro mixto y entre ambos y Antonio Segura, fletaron Watussi.
Nacido en 2003 al calor de la tertulia de doña Frasquita y bajo el tipo de Los Lejonarios, los de Frade fueron al año siguiente Cádiz cofrade, valga la redundancia; en 2005, se disfrazaron de escaladores del monte de Venus y al siguiente febrero, se hicieron llamar Donde dije Bebo digo Diego, como algo más que un homenaje a Bebo Valdés y al Cigala. En 2007, amanecieron en Cádiz bajo el tipo de Los shoshones con pelos. Le seguirían Pishas on the rock, Los piratas del Cadibe y, este año, El clan de los Mackocas, a la usanza escocesa, por supuesto.
Sin embargo, a quien le corresponda el caso debe saber que no actuó en solitario para cometer su delito. Sino que contó con la colaboración necesaria de Manolo Mora y de Miguel Sánchez, cuando contemplando naturalmente el concurso decidieron salirse de él, como aquellos bancarios de ‘Atraco a las tres’ que perpetraban un robo en la misma sucursal para la que trabajaban.
Con ellos y con sus cómplices, lo mismo hemos aprendido a dar puntazos en las procesiones que a gritar «¡Legionarios a luchar, Legionarios a morir!, era, ¡Lejonarios a cantar, Lejonarios a beber!». Y si nos meneamos con sus ciclistas, tampoco nos disgustó el marisco y loquetuyamentiende que nos brindaron en años sucesivos. Más tarde, con sus Chochonis, hicimos el indio y compartimos su pipa. Con ellos terminamos bailando un rock y desembarcando en segunda be. A partir de hoy domingo, nos enseñarán a tocar la gaita, aunque por el momento ignoramos si se trata de una asignatura del conservatorio superior de música Manuel de Falla o de los cursos de iniciación sexual de la Junta de Extremadura.
Ahora, el Cádiz oficial pretende pedirle papeles como si fueran inmigrantes clandestinos, espaldas mojadas del tango, correcaminos de la libertad. Tal vez sea porque el carnaval se esté convirtiendo, a marchas forzadas, en la feria de las vanidades, en más negocio que ocio, en una industria con estribillo o, de tarde en tarde, en conjura de los necios. Y eso choca abiertamente con el lema que figura al pie del escudo de armas de Luis Frade y de su coro: «¡Cachondeo!». Ignoro cómo puede decirse en latín, pero quizá pueda traducirse por la palabra «Gaudium». Se parece mucho a Gades que, como bien se sabe, no es el morir sino que es el mamar.