Tienen un cierto aire de comuna pero sin guarrerías. Así que resulta difícil ponerles nombre y rostro, no sólo porque a veces lo enmascaran desternillantemente sino porque han terminado construyendo un Macondo a la gaditana, a partir de un largo proceso de decantación.
Son los reyes de la calle, ese grupo por el que ahora transitan Julián Marcos, Antonio Matos, Devon Miles, Pedro Morón, Luis Padilla, Manolo Padilla, Juan Rodríguez «Juanin» y Juan Romero ‘Caracol’, pero por el que pasaron nombres tan ilustres como los de José Manuel Gómez, alias El Gómez, o Emilio Rosado, cuando, mucho antes de que Cuarto Milenio entrevistara al vigilante del cementerio de Cádiz, todavía no habían fundado esa utopía carnavalesca, que nos ha ido regalando tipos como los de Camerata Guatifó – Chirigota Dieciochochesca (2005), Los que fuman en el balcón (2006), El Gran Circo Guatifó (2007), Los Diplomáticos de la República De Guatifó (2009) o La GIA, Guatifó Intelligence Agency (2009).
Pero no hubieran sido lo que son, si antes no hubieran existido Los Volteretas, Los Hermanos Brothers o Los Sibaritas. Este año, anuncian que se harán llamar Guatifalien, un viaje a las estrellas probablemente distinto a aquellos Astronautas españoles que El Gómez llevó al Falla en 1996. Ellos prefieren el espacio exterior y no me refiero con ello a Puerta Tierra, a La Habana donde las autoridades diplomáticas del aznarismo le rogaron que, para evitar conflictos diplomáticos, no volvieran a cantar aquel pasodoble histórico en el que el Príncipe salía del armario; o a la Asociación de Periodistas Parlamentarios, que acaba de agasajarles en la capital del reino.
Su reino es de otro mundo, el de la calle, el del relente con el calor de la afición en el cogote. Chirigotas de casapuerta, se han dado en llamar. Chirigota de garabato. Chirigota de las de antes y de las de mañana. Chirigota de hoy, con su picardía viñera y su ironía porteña con aires de Les Luthiers. Ellos constituyen lo que Umberto Eco enunció hace mucho como obra abierta: esto es, una propuesta artística accesible desde distintos ángulos intelectuales, que lo mismo puede despertar las carcajadas del iletrado que de los que cada vez más acumulan letras. Son tolerados como las películas antiguas. Para todos los públicos, salvo para los intolerantes y para los malanges, para los que creen que el Carnaval es compatible con el mando a distancia.
Son el pelotazo nuestro de cada año. Los más buscados del far-west del Pópulo. Una buena noticia que corre de boca en boca. Más contagiosos que la gripe A. Pero, y ahí las autoridades deberían tener cuidado, no sólo son capaces de provocar sonrisas sino de estimular el pensamiento, esa costumbre tan incómoda y que tan pésimos resultados suele deparar.
He mirado en su web e incluso le he preguntado a sus servicios de contraespionaje, pero nadie sabe decirme donde queda exactamente Guatifó. Así que permitan viajar cada febrero hacia ese país falsamente imaginario, en las humildes pero resistentes pateras de la gracia.
Los guatifó: macondo está en cádiz
Paseando por la Fama
Por Juan José Téllez , 11:24 h.