Los chulapos madrileños peinan cana

Hace cincuenta años, Paco Alba triunfó con el tipo castizo de Los Julianes dejando para la posteridad el pasodoble Hay quien dice que Cádiz

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Aunque muchos crean que el Carnaval de Cádiz entró por la puerta grande en Madrid cuando se presentó oficialmente en 1999, cuarenta y un años antes había tomado la alternativa cortando oreja y rabo de la mano de uno de los más grandes de la fiesta: Paco Alba. Cinco años después de que presentará sus credenciales con Los vendedores de marisco y tras el pelotazo del año anterior con Los Sarracenos, pocos se imaginaban el éxito que volvería a lograr con Los Julianes.
Corría el año 1958, había estallado la guerra en Sidi Ifni y aquellos moros que consiguieron un premio especial en el concurso se transformaron en chulapos madrileños. Aquel año, Carmen Sevilla, recién llegada del suroeste de Marruecos donde acudió para animar a las tropas españolas emulando a Marilyn Monroe , realzó con su belleza las Fiestas Folclóricas. El Sopa, incapaz de aprenderse una letra, repetía como postulante vestido de sereno. Manuel Moreno Pavón, El Moreno, componente de aquella mítica chirigota, recuerda como «alguien le había dicho a Paco que no tendría valor de sacar algo mejor que Los Sarracenos». Pero una vez más, El brujo se superó alcanzando el primer premio y traspasando los límites del reconocimiento más allá del peaje. «Los Julianes es el despegue de Paco y marca su hito definitivo. Gustó a todas las capas sociales. La magia de Paco la contagiaba con esas letras sencillas cargadas de un profundo gaditanismo y poesía popular que hacen que se hayan quedado en la mente colectiva de generaciones», dice Miguel Villanueva, estudioso e investigador del Carnaval y fundador de la Asociación de Autores del Carnaval de Cádiz.
Paco Alba retrató a la perfección el prototipo del castizo de los barrios madrileños. Acompañados de organillo  en la presentación, adelanto de las conseguidas puestas en escena que después poblarían el Falla, la perfección que Paco imprimía en sus tipos hizo que exigiera a los componentes marcar la pronunciación de las eses para dar mayor realismo. «Por esa forma de cantar, muchos se metían con nosotros llamándonos mariquitas», recuerda Moreno.
Después de Cádiz, ¡ni hablar!
Sus letras recogieron los sucesos de la época como el ascenso en la carrera espacial de los Estados Unidos y Rusia con el lanzamiento al espacio de la famosa perra Laíka o el incremento de las motos en la ciudad. Pero sin duda, la letra más simbólica de Los Julianes es el pasodoble Hay quien dice que Cádiz. Su chauvinismo gaditano lo llevó hasta la extenuación en este pasodoble que todavía se canta en cualquier reunión carnavalesca que se precie. Si ya el pasodoble de presentación lo finalizaba con «de Madrid se irá al cielo, pero a la gloria desde aquí», con esta letra puso con letras mayúsculas el NON PLUS ULTRA dándole la traducción patriota de «después de Cádiz, ¡ni hablar!». El éxito de aquel pasodoble no sólo ha hecho que quede inmortalizado en la memoria de los gaditanos sino que tonadilleras como Lolita Sevilla lo llegaran a grabar en discos.
Los Julianes gustaron tanto que no sólo triunfaron en Cádiz sino que les contrataron en Madrid por 550 pesetas a cada uno. Y es que el tipo les venía como anillo al dedo para saborear las mieles del éxito en la capital compartiendo cartel con primeras figuras del momento como Estrellita Castro. «Nos fuimos por quince días pero nos quedamos tres meses. Pasamos de ser los teloneros a ser el principal atractivo de la función actuando al final para que la gente se quedará hasta terminar el espectáculo», rememora Moreno.
Paco hizo algunas modificaciones en el repertorio para conectar con los gustos del público. Lo amplió con letras de otras agrupaciones y las expresiones más genuinas las tuvo que cambiar por otras más accesibles a los oídos del público madrileño. Fue el caso del cuplé que aludía al hundimiento del barco cargado con 200 toneladas de arroz frente a las costas gaditanas. Miguel Villanueva menciona cómo la comparsa se vio obligada a cantar más despacio y  modificó el final de ese cuplé para que la gente lo entendiera: «Para Cádiz terminaba «dijo  el gachó que de carná puso la pringá y un hueso jamón» y en Madrid concluía «pero la pesca de aquel gachó era una espuerta hasta la boca llena de arroz».
A pesar del éxito, Paco «lloraba todas las noches porque se quería venir para Cádiz. Se sentía como un pescado fuera del agua». El desacuerdo con el resto de la agrupación hizo que se vinieron para Cádiz. Fruto de aquella discusión, muchos de los componentes no salieron con él al año siguiente y se marcharon con Fletilla que sacó Los Gorilas, que se alzaron con el primer premio. Paco llevó al escenario Las huestes de Don Nuño con los que empató, ya que ese año se concedieron dos primeros.