MIÉRCOLES DE CARNAVAL

Las murallas son de goma y no se nota

Amoscuchá! , la convocatoria auspiciada por LA VOZ, atrae casi a un centenar de grupos y crea un ambiente que rebosa al entorno

Por  8:22 h.
Las murallas son de goma y no se nota

Overbooking en el Callejón del Duende. Ni un hueco libre en la Posada del Mesón. Murmullo ensordecedor en la calle del Silencio. Un calor humano que ni el mayor pay-pay puede aliviar. El Pópulo le echa un cable a La Viña y se ofrece para darle el testigo por unas horas, para compartir la carga de tanta gente que con un vaso en la mano pesa más, y con tantos bombos.
Después del respiro del martes, en el que todos los aficionados a la fiesta parecieron quedar para descansar con el pretexto de la lluvia vespertina, la bulla regresó con más fuerza, como descansada y bien comida.
El Pópulo demostró ayer que su capacidad elástica no tiene límites conocidos. Una nueva edición de Amoscuchá!, la concentración de ilegales, romanceros y agrupaciones varias que LA VOZ pusiera en marcha en 2005 renovó ayer un éxito de convocatoria que ha convertido el viejo barrio medieval en una nueva plaza conquistada por el cuplé. Los contagiados parecen crecer por millares cada edición.
Ya entre las diez y las once de la noche, las pequeñas calles del diminuto enclave eran un escenario gigantesco, con forma de sierpe y sin un hueco libre. Casi un centenar de agrupaciones repartidas sin más límite que el respeto al que canta ni más propósito que la copla.
Al borde de la medianoche, el compás rebosaba. La capacidad de dilatación de las calles de piedra y las murallas también tiene un límite. Los estribillos ya se habían contagiado a Sopranis, a la plaza de las Canastas, a Ruiz de Bustamante y la puerta del Ayuntamiento. ‘La banca Guatifó’ alargaba su mano poderosa hasta la calle Nueva y Pelota era un tapón más de las calles atascadas de gente con dificultades para caminar porque la risa frena mucho el paso. «Marisol, esta va por ti». Cada vez que los miembros de la chirigota ‘Los Cai-Pirinha’ le dedicaban una copla a la veterana espectadora, su ataque de carcajadas se agravaba. El sombrero aún le temblaba más y la sensación de que el cachondeo había tomado El Pópulo se hacía más evidente. Fuera de sus límites, en su imaginaria frontera, ‘Las vocales’ arrastraban a un séquito de aspirantes a oyentes. Son muchos los que piensan que este grupo (antes ‘Díseselo con flores’, o ‘Silencio por fagot’, o ‘Esta noche toco’) representa la mayor expresión de talento que el Carnaval de Cádiz haya dado en los últimos años entre el Falla y la calle, entre los consagrados y los nuevos.
Se mueven como el flautista del cuento y convierten en ratones a todos los que le disfrutan una vez.
Dentro de los tres arcos míticos (Pópulo, Blanco y Rosa), la situación de, digamos, Marisol o de los vocalistas vocacionales se multiplicaba por muchos.
El efecto llamada de Amoscuchá! ha sido tan potente que ya la provincia cabe dentro de una zona tan pequeña. Llaman la atención las ilegales de más allá de Cortadura, que no se quieren perder una cita instaurada como una oportunidad distinta, dirigida a un público más sereno que quiere aprovechar un rato corto (a las dos de la madrugada todo se diluye) para escuchar un buen número de ilegales en un área limitada, sin tener que perseguir demasiado, sin más empujones de la cuenta y con una ratio de patosos o borrrachos más baja que en otros lugares.
La propuesta llama la atención de los que adoran el Carnaval desde el otro lado de la Bahía. Por allí estaban ‘Los que buscan su plaza’ y ‘Los santos del Carnaval’, de El Puerto de Santa María. También ‘Al diablo con la crisis’ y ‘Los profesores cateaos’, las dos de Rota. O los chiclaneros de ‘Los arqueros zurdos’ de la mítica peña Los Hombres del Campo.
Pero la sorpresa llega con ‘Los annos to rojos’ y ‘Las niñas de la calle Muro’. ¿De dónde sois?. “De Jerez”, dice Antonio Jiménez. ¿Dos ilegales de Jerez? se dispara sola la indiscreta pregunta. «Sí, qué pasa. Llevamos diez años viniendo nosotros. Las niñas de la calle Muro llevan menos. Salimos dos sábados por Jerez y ya somos cuatro ilegales y un cuarteto allí. Cada vez hay más. A El Pópulo venimos hace cuatro años». Esto no tiene límites, las murallas van a estallar.
Dentro, cada una con su corro de público, están también los romanceros ‘The Times’, ‘Los que dan la lata’ o chirigotas como ‘Aquí mando yo’, ‘Los hombres sin cuello’, ‘Pisando algas’, ‘Mujeres, hombres y mi cerveza’, ‘Se llama mopa’, ‘El principito’, `La orquesta Falla’, ‘Los Jackson sais’, ‘Si lo sé no vengo’, ‘Esta chirigota no tiene desperdicio’… Así hasta más de medio centenar de agrupaciones, más las de los alrededores.
Los bares, refugiados en barras metálicas, trabajan sin cesar. La organización, discreta casi hasta lo invisible, abastece de Canasta a las agrupaciones. La amenaza del botellón se materializa en algunos rincones. Es el peaje que hay que pagar por tanto éxito. Una estruendosa orquesta en la Catedral, sin público, tampoco ayuda a escuchar. Una descoordinación municipal a corregir.
Resulta imposible entender cómo puede caber tanto Carnaval, tanto intérprete y oyente, en un lugar tan pequeño. Será que, por versionar el cante, las murallas son de goma y no se nota.