Carnaval

La última canción del dios Momo

Tino Tovar prende fuego a su 'alter ego' porque «solo vive lo que arde»

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La última canción del dios Momo

Tino Tovar se consagró ayer al dios de los poetas y escritores, al que se refugia en la ironía y en la crítica, el que dice la verdad vestido de bufón mientras los demás ríen. A aquel que lleva la cara descubierta y porta en la mano el bastón de mando de la locura. Tino Tovar se consagró ayer al dios Momo en su último día de vida, justo antes de caer preso de las llamas. Con su alter ego vigilándolo de cerca en medio de la plaza, sin perder ojo sabedor de lo que se avecinaba. Y lo hizo como mejor lo sabe hacer, cantando su última canción a Cádiz.

Pasadas las nueve de la noche, la comparsa y el investido como Dios Momo del 2014 hicieron su entrada en el escenario de San Antonio. Abajo, la plaza aplaudía a la primera de las agrupaciones en pisar el tablao, al grupo que ha acompañado en los últimos años a Tino. Apoyado en un atril, arropado por la pequeña luz de una lumbre y por las notas de un piano, el autor dio la bienvenida a «la trimilenaria ciudad de sus anhelos» y a los presentes.

Tanto en prosa como en verso, Tino Tovar se mostró humilde, servidor de una ciudad en la que mece su nombre y a la que entrega «canción de coplas furtivas, de coplas errantes». Pero antes de meterse en faena, un pequeño recuerdo para uno de los autores más grandes que ha dado el carnaval en las últimas décadas y que dejó esta vida en noviembre del pasado año, Pedro Romero. Nada más mencionar su nombre, la plaza soltó un «ole».

Y Tino, reencarnado en el dios Momo, continuó hablando de las musas, de atalayas que callejean por las calles de Cádiz, de suspiros y de coplas eternas que buscaban salvarse del fuego. Tino como Momo y Momo como Tino, se deleitaron en piropos hacia la ciudad resistiendo a caer en la hoguera por seguir viviendo un día más de carnaval, por «salvar la copla verdadera, la canción de Cádiz, la que merece la pena, la que ni se compra ni se vende».

Y llegó el baile en forma de musa y también el cante salido de la garganta femenina. Porque ayer Tino quería salvar todas las coplas que pudiera, aquellas que merecen la pena. Empezó por querer salvaguardar la canción en boca de la mujer. «Cuentan que yo mismo, dios Momo, fui mujer en otra vida. No hay canción de Cádiz, digna de tal nombre, que no quisiera arroparse en la voz de una mujer que derrama los ríos de su canto y de su leche fecunda». Y Tino pidió a Cádiz que la oyera y así se hizo en la plaza gracias a la comparsa femenina ‘Óyeme’.

Pero anoche el dios Momo no se dejó llevar sólo por la ternura y la poesía. Sacó su lado más irónico y divertido para poner la nota de color a la noche. Tino se apartó a un lado para dejar paso a un Manu Sánchez vestido de rojo y a Chicho, del cuarteto del Gago. Los dos repartieron a diestro y siniestro. Tal y como lo hiciera Momo antes de que lo echaran del Olimpo. Ellos dejaron paso a otra de las canciones que Tino quería rescatar de la hoguera, a la canción más honesta y canalla, la del romancero. ‘Los Dalai Sheriff’ quisieron ser anoche la voz de la calle, de las agrupaciones ilegales.

Y volvieron Manu Sánchez y Chicho a hacer de las suyas, a ejercer de co-maestros de ceremonias y buscar la chispa gaditana. Ellos salvaron otra de las canciones que Momo quiso rescatar, «la canción verdadera, la de la cantera». Y al escenario subió la comparsa juvenil ‘Haciendo el indio’ que reivindicó valores propios de la juventud. Hablaron de revolución y de lucha. En la misma línea, los más críticos de la noche, se manifestó la comparsa de Germán Rendón, ‘OBDC. Monstruoz’ que clamó contra la corrupción en los sindicatos. La guadaña hizo acto de presencia con la chirigota ‘Las Divinas de la muerte’.

Y volvió el pausado relato en la voz de Tino Tovar, porque «solo vive lo que arde». Llegaba su hora, la de verse con la hoguera y aún así se resistía a no cantar la última copla. Habló de fuego, «del de una idea, de una estrella y de un deseo», porque él era el fuego y a él se entregó, «como entregué mis canciones, las que quise, las que anduve». Nada podía hacer más, ni Tino ni Momo, porque su suerte se había echado mucho antes de que se cantara la primera copla de este año. Porque «sólo vive lo que arde», y Tino sabía que Momo debía prender para poder volver el año que viene, para regresar un año más por Carnaval. Se despidió junto a su comparsa, su familia de febrero, la que le lleva acompañando estos últimos años, con la promesa de volver el próximo año.