ANIVERSARIO DE ESCÁNDALO

La noche que tembló el teatro

Hace 25 años, el Concurso vivió el mayor cajonazo que se recuerda: la ausencia de 'Los cubatas' llegó a poner en peligro la Final de 1986

Por  3:12 h.
La noche que tembló el teatro

Temblaba todo. Del paraíso al forillo. Quizás fueron unos minutos. Puede que más de una hora. Nadie recuerda más que sensaciones, siempre difíciles de medir. El terremoto duró todo el primer tramo de la Gran Final de 1986, llegan a recordar o fabular algunos. «Nadie nos dijo nunca que la sesión estuviera en peligro, que aquello pudiera pararse o suspenderse, ni del Ayuntamiento, ni de la tele, ni nadie… Pero, por momentos, se lió, eso es innegable». Lo rememora Paco Rosado, uno de los padres de aquella chirigota que se convirtió en la madre de todos los cajonazos de todos los tiempos.

El público llevó pancartas que acompañaban a los que entraban al Falla. Colgaban de los palcos. Los espectadores patalearon y, sobre todo, coreó el nombre de la chirigota eliminada de la noche grande, apartada de los premios, de la gran cita. «Cubatas, cubatas» atronaba el Teatro entre insulto e insulto al jurado. Y nadie se refería a llenar el vaso.

Cada vez que el clamor bajaba y dejaba seguir a la agrupación que estaba en el escenario, alguno de los grupos participantes en la sesión final y definitiva volvía a encender la mecha. ‘Los tontos de capirote’ y ‘Las momias’ les dedicaron letras a ‘Los cubatas’. El cuarteto de Rota también lanzó un guiño. Cada gesto del escenario hacía explotar de nuevo el griterío.

Entre el público, muchos temieron que la Final parase. En el primer descanso, cuando la normalidad parecía imponerse, Paco Rosado, apareció en el palco de Telesur para que le hicieran una entrevista. Algunos le vieron desde otras localidades y regreso al escándalo. «Cubatas, cubatas», «jurado cabrón» y otros versos sublimes gritados por la mayoría de las mil y pico personas que caben en el Gran Teatro Falla. Muchas de ellas acompañaban con palmas, pataleos o golpes. Suficiente para hacer llorar a un niño de menos de diez años. Afortunadamente, no había muchos.

Desde que regresó el Carnaval a febrero, nunca una Final estuvo tan en peligro. Aquella noche hubo interrupciones y tensión, aunque todo quedó en nada. «Ahora todo me parece una batallita, un recuerdo hermoso, porque es la chirigota de la que más orgulloso estoy. Fue la más completa. El mejor repertorio de chirigota que haya conocido. Nadie puede encontrar doce cuplés mejores», relata con orgullo Rosado cuando se cumple un cuarto de siglo de la noche más convulsa que haya conocido el Concurso Oficial, al menos en las tres últimas décadas. Para entender lo que sucedió, como en las películas, hay que remontarse unos años antes.

El mismo grupo, con apenas dos cambios, que formaba ‘Los cubatas’ revolucionó la chirigota con su aparición en 1982. ‘Los cruzados mágicos’ alcanzaron unos niveles literarios, musicales y de innovación que cambiaron para siempre la modalidad. Solo ‘El que la lleva la entiende’, en 1992, marcó un paso adelante tan acusado. Después, quizás ‘Los yesterday’.

‘Los cruzados’, como todas sus sucesoras hasta ‘Los cubatas’, era una chirigota de autoría colectiva. La música era cosa de Caracol y Paco Rosado. Las letras, de Emilio Rosado, El Gómez y Paco Rosado. En años posteriores se sumarían Manolo Benedicto, Manolo Rocha, José María Jurado…

El mismo grupo de amigos, con dos nombres arriba o abajo, siguió siempre en la chirigota y en la confección de letras y músicas. De ahí salieron, consecutivamente, tras ‘Los cruzados mágicos’, ‘ Los cegatos con botas’, ‘Los llaveros solitarios’, ‘Los carreros de La Alianza’ y ‘Los cubatas’. De 1982 a 1986, sin pausa. Hasta el polémico último año, hace ahora un cuarto de siglo, siempre entraron en la final y sumaron dos primeros premios (cruzados y llaveros). Sin embargo, con los cubanos todo se complicó.

«Desde el principio del Concurso del Falla notamos algo raro. Había tensión en la gente, en el público. Mi hermano Emilio y yo lo comentamos. La gente estaba incómoda cuando hablaba con nosotros en el ambigú, como si superan algo que no querían decirnos, como si les inquietara hablar con nosotros», recuerda Paco.

El origen del malestar, según la teoría del autor, habría estado en el verano anterior. Dos de los hermanos Rosado tuvieron una fuerte y desagradable discusión en un chiringuito de la playa de Cortadura con Antonio Benítez.

Una broma degeneró en enfado considerable. Benítez era entonces responsable de la todopoderosa Federación de Peñas Gaditana. «El concejal de Fiestas de entonces, González Piñero, hizo muchísimas cosas bien, casi todas a mi entender, pero su único lunar fue que no pudo quitar todo el protagonismo que tenía la Federación de Peñas que dirigía este hombre por entonces», afirma Rosado. Tal era su influencia, siempre según uno de los autores, que esta Federación distribuía todas las entradas del Concurso del Falla y decidía la formación del Jurado Oficial.

En la discusión playera, Benítez habría zanjado la disputa con la advertencia de que «hundiría a los Rosado». El Jurado lo formó él, a tenor de esta versión, así que la venganza estaba servida.

Las miradas huidizas y las conversaciones entrecortadas de las personas a las que pedían opinión sobre ‘Los cubatas’ eran el síntoma de que la advertencia se iba a cumplir. «De pronto, todo el mundo empezó a decir que era una chirigota acomparsada, demasiado acomparsada. Pero eso no tenía sentido porque el estilo era el mismo que en los cinco años anteriores, cuando nadie ponía pegas, y ya estaba asumido. Si no importó antes, no debía importar ese año».

Paco Rosado confiesa que su hermano llegó a escribir una ‘carta al director’ en la prensa defendiendo el repertorio y el estilo del grupo, pero firmada con pseudónimo. «Lo veíamos venir», resume como sensación y con la perspectiva que da el tiempo.

Por entonces, no había tantos medios de comunicación. Internet y móviles eran ciencia-ficción. El veredicto del Jurado se conocía a la mañana siguiente. A Rosado lo despertaron con la noticia. Se habían quedado fuera. El Carnaval en la calle sería «maravilloso, con más actuaciones que otros años, con mucho cariño de la gente» pero aquella jornada que empezaba con la confirmación de un cajonazo temido terminó con una noche que hizo vibrar cada tabla y cada puntilla del viejo coliseo. Hubo tanto ruido que todavía se oye algún eco 25 años después.

Hasta la comparsa ‘Nunca jamás’, de Sanlúcar, se acordó el pasado domingo de cantar un episodio que viene a ser como el mayor error arbitral que recuerdan los aficionados.