
Tienen trampa estas sesiones que cierran una fase. Todo el mundo está con un ojo en el escenario y otro en la plaza Fragela. La atención está puesta en la caída del telón, nunca en su apertura, en el cierre de la velada y eso genera siempre una sensación de dispersión realmente complicada. Por eso resulta aún más meritoria la actuación de ‘Los muñecos de Cádiz’. Además de sobreponerse a las expectativas, a los detractores, a la tensión y a las dudas a las que se enfrentan todos los participantes del certamen, tuvieron que combatir esa molesta distracción del corte, de los que pasan y los que no. Ese obstáculo no lo tuvieron los demás. Lo saltaron. Gustaron, pegaron por tipo y, lo que es más importante, por repertorio. Más allá, solo Manolo Santander y el coro de Guimerá. Ambos grupos gustaron aunque dejaron viva la sensación de que han perdido nivel en los últimos años y se han descolgado de las favoritas absolutas del público. Insistieron en sus estilos, algo que honra a sus autores y componentes, pero no dieron un salto de calidad. Ni adelante, ni atrás.