Son una referencia sin querer. Fueron un ejemplo para las más jóvenes sin proponérselo. Sin pensarlo. Simplemente se dedicaron a garabatear cuplés y estribillos en ratos libres, a ensayar en casa de sus padres (en la vieja estación de Renfe, inicialmente), a jugar, a divertirse, a salir porque les apetecía. A la vuelta de los años (23 han pasado desde que probaron), resulta que se han convertido en un grupo seguido y admirado un febrero tras otro, un Carnaval y el siguiente, sin que nadie reparase en si era chirigota de cuatro, de diez, de mujeres, mixta, con o sin tablón y puntero. Por puro talento. Empezaron tan pronto que les apodaron ‘Las niñas’, un sobrenombre que siempre rejuvenece, que recuerda a sus propietarias que fueron precoces. Hace dos años, en 2018, fueron pregoneras del Carnaval porque ya eran un símbolo, una de las mejores y mayores muestras del fenómeno libérrimo y transgresor de la calle. Las callejeras, las ilegales, empezaron su enorme crecimiento con ellas, entre otras, entre otros. O ellas crecieron con las callejeras, con las ilegales. Ana López Segovia, Alejandra López, Teresa Quintero y Rocío Segovia fueron las encargadas de aquel espectáculo de apertura. La primera ya había sido Diosa Momá, con un texto memorable. Actrices de éxito y trayectoria, conservan su vínculo sentimental con el Carnaval y sus calles. Ana resume una trayectoria de coplas esencial para todos, natural para ellas.
¿Cuándo fue la primera vez juntas con una chirigota en la calle?
Fue en el año 1997, ‘Las pornochachas gaditanas’. Empezamos arribita (risas). Anteriormente, yo había salido un año en la chirigota de la facultad, que ese año fue mixta porque estaba yo (ríe). Y también había salido en el 96 con la chirigota de Koki Sánchez, donde aprendí de verdad cómo se hacía todo aquello.
Fue en el año 1997, ‘Las pornochachas gaditanas’. Empezamos arribita (risas). Anteriormente, yo había salido un año en la chirigota de la facultad, que ese año fue mixta porque estaba yo (ríe). Y también había salido en el 96 con la chirigota de Koki Sánchez, donde aprendí de verdad cómo se hacía todo aquello.
¿Cuántas chirigotas, romanceros o lo que fuere desde entonces?
Chirigotas creo que van como 20. Hubo dos o tres años que no sacamos. Dos de ellos por la Diosa Momá y por el pregón de Carnaval. Romanceros… Van unos ocho.
Chirigotas creo que van como 20. Hubo dos o tres años que no sacamos. Dos de ellos por la Diosa Momá y por el pregón de Carnaval. Romanceros… Van unos ocho.
¿Os consideráis pioneras del carnaval femenino, si es que eso existe?
Fue todo más sencillo. En el momento no nos sentimos pioneras, porque teníamos grandes referentes: Adela del Moral, y muchas y maravillosas chirigotas ilegales mixtas que vimos por la calle. La chirigota de Koki, Pili y Paz Padilla…
Fue todo más sencillo. En el momento no nos sentimos pioneras, porque teníamos grandes referentes: Adela del Moral, y muchas y maravillosas chirigotas ilegales mixtas que vimos por la calle. La chirigota de Koki, Pili y Paz Padilla…
¿Fue todo tan natural, tan lúdico y placentero como parece?
En nuestro caso, desde luego, sí. Éramos unas tipas con un gran sentido de la libertad, de la locura. En este sentido, fue clave el sitio de donde veníamos: una compañía de teatro. Éramos frikis, estábamos acostumbradas a ir un poco a contracorriente, a ser raras, a exponernos al público, a hacer el ridículo. No teníamos –ni tenemos– vergüenza. No nos costó trabajo ponernos a cantar en la calle porque ya antes nos habíamos subido a muchos escenarios. Mucha gente cree que nosotras fuimos del Carnaval al Teatro, y fue al contrario. Teníamos una compañía universitaria desde hacía años –¡Caramba, Teatro!– y nos habíamos dado cuenta de la enorme teatralidad que tenía el carnaval callejero. Para nosotras fue como hacer una obra en la calle. Éramos unas locas, y por eso no fue dífícil. Con los años, la gente se ha encargado de recordarnos que aquello fue un hito, que animamos a muchas mujeres a salir. Pues mira, si ha servido para eso, reconozco que es un honor inmenso haber sido pionera. Pero no éramos conscientes.
En nuestro caso, desde luego, sí. Éramos unas tipas con un gran sentido de la libertad, de la locura. En este sentido, fue clave el sitio de donde veníamos: una compañía de teatro. Éramos frikis, estábamos acostumbradas a ir un poco a contracorriente, a ser raras, a exponernos al público, a hacer el ridículo. No teníamos –ni tenemos– vergüenza. No nos costó trabajo ponernos a cantar en la calle porque ya antes nos habíamos subido a muchos escenarios. Mucha gente cree que nosotras fuimos del Carnaval al Teatro, y fue al contrario. Teníamos una compañía universitaria desde hacía años –¡Caramba, Teatro!– y nos habíamos dado cuenta de la enorme teatralidad que tenía el carnaval callejero. Para nosotras fue como hacer una obra en la calle. Éramos unas locas, y por eso no fue dífícil. Con los años, la gente se ha encargado de recordarnos que aquello fue un hito, que animamos a muchas mujeres a salir. Pues mira, si ha servido para eso, reconozco que es un honor inmenso haber sido pionera. Pero no éramos conscientes.
¿Os consideráis reconocidas?
¡Yo personalmente me siento muy reconocida! Y respetada. Hablo en nombre de mis compañeras. A nivel oficial, he ganado premios de romancero, he sido Diosa Momá, hemos pregonado un Carnaval. Y a nivel del público, un cariño inmenso. Veo las carcajadas, las miradas… Es maravilloso. Y ya con la compañía profesional de teatro, ni te cuento. Cuando vinimos por primera vez al Falla con una obra llenamos los dos días, y se caía, había una emoción en el ambiente impresionante. Hoy, después de varios montajes, seguimos agotando entradas… ¿Cómo no vamos a sentirnos reconocidas?
¿Ha evolucionado el Carnaval para las mujeres desde ese 1997 hasta ahora?
Ha evolucionado en el sentido de que cada vez hay más mujeres, y además venidas arriba. Mujeres que no piden permiso. Como decía Chavela Vargas: «Yo no vengo a ver si puedo, sino porque puedo vengo». Las jóvenes son increíbles. Me encanta su actitud en la calle.
¡Yo personalmente me siento muy reconocida! Y respetada. Hablo en nombre de mis compañeras. A nivel oficial, he ganado premios de romancero, he sido Diosa Momá, hemos pregonado un Carnaval. Y a nivel del público, un cariño inmenso. Veo las carcajadas, las miradas… Es maravilloso. Y ya con la compañía profesional de teatro, ni te cuento. Cuando vinimos por primera vez al Falla con una obra llenamos los dos días, y se caía, había una emoción en el ambiente impresionante. Hoy, después de varios montajes, seguimos agotando entradas… ¿Cómo no vamos a sentirnos reconocidas?
¿Ha evolucionado el Carnaval para las mujeres desde ese 1997 hasta ahora?
Ha evolucionado en el sentido de que cada vez hay más mujeres, y además venidas arriba. Mujeres que no piden permiso. Como decía Chavela Vargas: «Yo no vengo a ver si puedo, sino porque puedo vengo». Las jóvenes son increíbles. Me encanta su actitud en la calle.
¿Estáis orgullosas de la cantidad de mujeres que salen ahora en callejeras o no sentís ninguna responsabilidad?
Antes no éramos conscientes pero ahora, con los años, sí estamos viviendo esto de que nos mencionen a veces como referentes, y es algo que vivimos con orgullo y emoción. También con mucho pudor. Y con un poco de preocupación porque significa que estamos ya puretas (ríe).
Antes no éramos conscientes pero ahora, con los años, sí estamos viviendo esto de que nos mencionen a veces como referentes, y es algo que vivimos con orgullo y emoción. También con mucho pudor. Y con un poco de preocupación porque significa que estamos ya puretas (ríe).

¿La participación de las mujeres en el carnaval callejero es tan simple y deslumbrante como parece al profano?
En los últimos años, sobre todo el año del pregón, me han preguntado en no pocas entrevistas acerca del machismo en Carnaval. Estoy un poco cansada: me gustaría hablar de mi chirigota, de cómo escribo, de qué nos gusta hacer… No tengo ganas de seguir explicando, 23 años después, que soy una mujer. Pero bueno, entiendo que ahora el feminismo está en el aire, gracias a Dios, y hay que hablar de eso. Es necesario. Pero lo que de verdad me ha molestado es que, por ejemplo, el año del pregón, me llamaban periodistas preguntando: ‘Oye, ¿es verdad que en Cádiz las mujeres no pueden salir en agrupaciones y que sois las primeras?’. O ‘¿es verdad que sois las primeras pregoneras, que hasta ahora ninguna mujer lo ha sido?’. Yo me quedaba loca. No sé de dónde habían sacado esta información. El Carnaval no ha sido nunca una fiesta machista en sí. No hay ninguna regla escrita ni no escrita que impida a las mujeres salir en Carnaval. Eso nos honra, frente a otras fiestas. Y claro que ha habido muchas mujeres antes que nosotras haciendo el pregón, nada menos que Rocío Jurado, Carmen Abenza o Paz Padilla, entre otras. No, el Carnaval nunca ha prohibido la presencia de mujeres. Y me duele que haya gente que se quede con esa idea falsa. Otra cosa es el hecho de que vivimos en una sociedad machista y, por tanto, en el Carnaval –como reflejo– siempre lo hubo. Una mujer cantando en una agrupación en el Falla ha sido siempre mirada con recelo, hasta la han insultado. Se decía que una mujer no tenía gracia, que las voces no eran bonitas, que no estaba bien que dijera ciertas cosas… Las propias mujeres nos hemos reprimido durante años el deseo de salir, porque también nos creíamos estas cosas, que no éramos tan buenas… Pero eso, insisto, es producto de la sociedad, sucede en todos los ámbitos, no es propio del Carnaval. Nosotras hemos vivido alguna situación machista, claro que sí. Pero no seríamos justas si nos quedáramos con eso. Apenas representa un 5% frente al 95% de cosas maravillosas que nos ha dado el público en las calles.
En los últimos años, sobre todo el año del pregón, me han preguntado en no pocas entrevistas acerca del machismo en Carnaval. Estoy un poco cansada: me gustaría hablar de mi chirigota, de cómo escribo, de qué nos gusta hacer… No tengo ganas de seguir explicando, 23 años después, que soy una mujer. Pero bueno, entiendo que ahora el feminismo está en el aire, gracias a Dios, y hay que hablar de eso. Es necesario. Pero lo que de verdad me ha molestado es que, por ejemplo, el año del pregón, me llamaban periodistas preguntando: ‘Oye, ¿es verdad que en Cádiz las mujeres no pueden salir en agrupaciones y que sois las primeras?’. O ‘¿es verdad que sois las primeras pregoneras, que hasta ahora ninguna mujer lo ha sido?’. Yo me quedaba loca. No sé de dónde habían sacado esta información. El Carnaval no ha sido nunca una fiesta machista en sí. No hay ninguna regla escrita ni no escrita que impida a las mujeres salir en Carnaval. Eso nos honra, frente a otras fiestas. Y claro que ha habido muchas mujeres antes que nosotras haciendo el pregón, nada menos que Rocío Jurado, Carmen Abenza o Paz Padilla, entre otras. No, el Carnaval nunca ha prohibido la presencia de mujeres. Y me duele que haya gente que se quede con esa idea falsa. Otra cosa es el hecho de que vivimos en una sociedad machista y, por tanto, en el Carnaval –como reflejo– siempre lo hubo. Una mujer cantando en una agrupación en el Falla ha sido siempre mirada con recelo, hasta la han insultado. Se decía que una mujer no tenía gracia, que las voces no eran bonitas, que no estaba bien que dijera ciertas cosas… Las propias mujeres nos hemos reprimido durante años el deseo de salir, porque también nos creíamos estas cosas, que no éramos tan buenas… Pero eso, insisto, es producto de la sociedad, sucede en todos los ámbitos, no es propio del Carnaval. Nosotras hemos vivido alguna situación machista, claro que sí. Pero no seríamos justas si nos quedáramos con eso. Apenas representa un 5% frente al 95% de cosas maravillosas que nos ha dado el público en las calles.