En un año en el que tanto se ha ensalzado la cantera del Carnaval de Cádiz, con variados alegatos a favor de su cuidado, fuera y dentro del escenario del Gran Teatro Falla, lo ocurrido este domingo en la Final del Concurso Oficial de Agrupaciones de la categoría infantil no merece otra definición que la de espectáculo. Espectáculo bochornoso. Según ha podido saber lavozdelcarnaval, dos grupos que se encontraban en gallinero presenciando esta final, casi llegan a las manos de no ser por la intervención de los vigilantes de seguridad. Lo peor del incidente es la causa: la rivalidad entre aficionados de algunos de los grupos presentes en esta final. Insistimos, una final infantil.
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La gravedad de los hechos radica en que no son aislados. Ya que se trata de la segunda vez en este COAC 2017 en la que el Carnaval se ha convertido en motivo de pelea. Tanto en la primera ocasión, la del 1 de febrero, en la que un hombre de Algeciras fue detenido por su implicación en una reyerta en el interior del teatro, como en la de este domingo durante la final infantil, los mayores perjudicados son los menores. Por el pésimo ejemplo que se les está dando.
Hora de hacer acto de contrición. De reflexionar, arrepentirse y, sobre todo, buscar soluciones para que estos momentos de forofismo no vuelvan a repetirse. Sirva el pasodoble cantado en la última sesión de preliminares de la joven comparsa ‘Qué corgaera’ como narración de lo tristemente ocurrido este domingo. Aunque circunscrito al ámbito futbolístico, lo que cuentan los chicos de Iván Romero se asemeja demasiado a lo que pasó en la final infantil.
«Se comportan como animales», «se pelean en las gradas, llegan los guardias civiles, esto es una sinrazón, se están matando por un partido de infantiles», «me da vergüenza creer que estos son los valores que dan a los chiquillos, el faltarse el respeto, competir a cuchillo», «anima a tu niño con los estudios con la misma intensidad, verá que sacan carrera y encuentran trabajo fijo, que es donde hay que animar…»
El fútbol y (el Carnaval), Manué, vaya tela, qué corgaera