Dos años han pasado ya desde aquel 3 de septiembre en el que Cádiz perdía a su querido Manolo Santander. Dos años echando de menos al famoso chirigotero del barrio de La Viña, que decía adiós tras una admirable lucha contra esa ‘cosita’ que no le dio tregua.
Dos años se cumplen ahora de un Carnaval de Cádiz que se quedó huérfano tras perder a una de sus señas de identidad. Un genio del compás y de la esencia viñera. Un enamorado de la fiesta, que la convirtió en himno de un equipo y bandera de una ciudad y de todo un barrio.
A sus 56 años, Manolo Santander se marchó pero dejó en su ciudad todo un legado de coplas y de idiosincracia. Un patrimonio variopinto y una forma de vida que hoy es añorada y venerada más que nunca. Por eso, dos años después de su muerte, su recuerdo sigue imborrable, sigue patente en las reuniones de amigos y en las tardes de La Caleta. Sus coplas suenan y su recuerdo es permanente, eterno.
La ilusión de septiembre
El destino quiso que el autor de ‘La maldición de la lapa negra’ muriese justo un mes de septiembre, cuando el Carnaval revive tras el letargo veraniego y la ilusión copa cada rincón de las casas de sus creadores.
Este año, esa ilusión que también ha entrado en su casa, guarda un lugar especial a un Manolo Santander que seguro que sigue disfrutando desde donde esté de un Cádiz de Primera, de la valentía de sus dos mujeres, Palmi y Meli, y cómo no, de su primera nieta, a la que no ha podido conocer, aunque seguro que su querido Manolín se encargará de que suspire por él en la orillita de La Caleta.