CABALGATA MAGNA

De las nubes borrascosas al arcoiris de las críticas

Un chaparrón hizo temer la suspensión pero el cortejo transcurrió con normalidad y cierta mejoría estética

Por  1:04 h.
De las nubes borrascosas al arcoiris de las críticas

 

Ana Cantos lloraba como una esponja exprimida. A sus nueve años, iba a vivir su primera cabalgata en carroza. Y jarreaba a las cuatro y media. Como si fuera una pequeña réplica de aquel replicante, sus lágrimas se confundían con la lluvia por los recuerdos que iba a perderse.

Pero la princesa medieval, en Telegrafía sin Hilos, vio salir el sol a la vez que entraban las carrozas vacías por Cortadura. Del cine tétrico al mago de Oz. Solo le faltó a la cría cantar ‘Over the rainbow’, ya con una sonrisa que no cabía en la avenida. Va a salir. Porque la cabalgata ‘magna’ de Cádiz, criticada por cutre desde la primera que organizó Hércules, a la eterna espera de la excelencia, es la única cita multitudinaria de la fiesta para niños y abuelos, nietos y mayores. El resto son invitados forzados que la viven como ceremonia de consolación. Son los que ya no pueden disfrutar de la fiesta real que, a esa hora, está en el casco antiguo, entre copas y coplas. Este otro juego de Extramuros es para los que tienen o muy pocos años o muchos. Los demás ven con la cara partida el modesto cortejo en busca de fallos para tirarle su ofuscación. Una vez más, confirmaron que están lejos del Sambódromo. Siempre llegan a la conclusión de que no es gran cosa. Olvidan que ni lo fue ni lo será porque oropel y Cádiz vienen a ser agua y aceite.

Con el invierno disfrazado de sol arrancó el desfile a las 17.30 horas. Abrían los primeros premios, de pronto a pie, sin carrozas, suprimidas sin previo aviso cuando en ediciones precedentes fueron anunciadas a bombo y platillo. Les acompañaba en el informal paseo público un centenar de miembros de otros grupos del Falla, con enternecedora y paciente hiperactividad del Sheriff, El Lulu y los suyos, incansables en mil fotos con los niños. Respuestas andantes para los que se preguntan para qué este ritual churretoso, bienintencionado y entrañable.

Con todos los bares de la avenida atestados horas antes (otra cosa es que los clientes consuman cortados) y el lleno habitual en las sillas, el primer tramo era protagonizado por grupos sin carroza, inconexos pero traviesos. Desde un autobús de dos plantas con un Del Bosque tan falso como la Copa del Mundo que llevaba, hasta un cañón de papelillos, una banda que tocaba ‘Que viva España’, un dragón chino serpenteante, su pequeña pirotecnia, o una batucada. Los cabezudos. Y los gigantes. Lo de siempre desde siempre.

Carrozas tristes

El siguiente tramo era el de las carrozas. Las hubo tristes como manda la tradición ‘cabalgatística’ local. La del Cádiz Club de Fútbol, que ni en plena fiesta da alegrías, se llevaba la palma. Las del pregonero (que en realidad iba en la de su coro, ‘Los manitas’), la del Dios Momo Catalán, las dos diosas y la diosita (con Bambi al frente) estaban en el estándar de todos los años, como las de Shrek o Blancanieves. Las dedicadas a Chiclana, San Fernando, El Puerto (con Alberti sobre el vaporcito), Rota o Puerto Real parecieron mejorar el denostado nivel estético del desfile. Esa comentada mejoría, sobre todo, fue celebrada por los niños en atracciones novedosas como un águila gigante articulada, precedida por antorchas y de la que pendía una equilibrista. Fue lo más parecido a la gran sensación de la parada. También hubo menciones a La Pepa, con la carroza isleña o la titulada ‘Camino a 2012’, que solo falta un paso, además de unos bandoleros de ruidosos trabucos.

Para mantener otra tradición, inaugurada por las majorettes de los 70, hubo una concesión al morsegón gaditano. La puso una ‘comparsa’ femenina llegada de Benidorm que casi cerraba el desfile con pavas reales vestidas casi únicamente con plumas (y muy pocas). Era el homenaje al ya oculto pero existente pureta satirón. Una gota de lujuria en un mar de globos de Bob Esponja, entre una masiva concurrencia infantil vestida con todos los disfraces imaginables de la factoría Disney.

Apenas tres horas después de la salida desde Ingeniero La Cierva, las últimas carrozas llegaban al punto final de las Puertas de Tierra sin incidentes, excesivos parones ni grandes huecos y con una capacidad de convocatoria intacta pese al prólogo lluvioso. De vuelta a casa, también la tradición: riada humana, su buen atasco, la melancólica y rauda limpieza, la rajada de los adultos y el recuerdo de los niños. Total, es para ellos. Si Ana cerró el paraguas y se lo pasó de cine, nada salió tan mal.

Para eso sirve todo esto.