Por lo primero que me interesé, nada más llegar, fue por cómo conseguir entradas para poder asistir al concurso de agrupaciones que aquí se organiza y poderte mandar, cada día, una crónica de lo que aquí escuche; pero eso ha sido ardua tarea. Aunque este año se ha estrenado un sistema informático para evitar que todas las entradas terminaran, como siempre, en manos de los revendedores; así que, expendiendo las localidades de forma nominada, es decir, a nombre y DNI del comprador, en la cola había mucha menos gente de lo habitual, puesto que, otros años, lo normal es que hubiera cientos de chavales que les vendían las entradas conseguidas a quienes después ponían precios que se escapaban de la economía del aficionado medio.
Los problemas de imprevisión han hecho que tuviéramos que estar muchas horas en la taquilla, pero, por lo demás, yo, que no soy de aquí, he podido comprar localidades para todos los días de Clasificatorias, que es la mejor fase según me ha dicho un buen aficionado.
Poco a poco voy conociendo cómo son los gaditanos, pero lo que el viernes me llamó la atención es que son muy generosos; porque en todos los bares en los que se hablaba de las entradas, se quejaban de que, al ser nominadas, tenían que usarlas quienes dieran su nombre al comprarlas y que no había derecho que uno no pudiera comprar entradas para regalárselas a su sobrino, su cuñado, su suegra…Y ese interés por la suegra me ha llegado al alma. Es más, si yo fuera el alcalde, lo usaría como frase publicitaria: «Cádiz, la ciudad que sonríe y se preocupa por la suegra». Nosotros, los de Puertollano, deberíamos aprender.
La cosa es que el viernes la ciudad estaba embargada por la tristeza y a nadie se le había ocurrido pedirle a su suegra el DNI y comprarle la entrada a su nombre. Pueblo raro éste. Hasta mañana, Aldonzo.