
Caronte demanda una prueba de amor, un peaje para alcanzar la eternidad, y esa reliquia que debía ofrecer el buen carnavalero es su tiempo y paciencia. Merecía la pena la espera, resultó ser una mínima ofrenda a cambio de una obra maestra de Antonio Martínez Ares. El autor ha alcanzado su cénit poético y musical descansando la palabra y la melodía sobre un grupo a la elevadísima altura del poeta. Dos coplas enormes completan una vez más un repertorio sublime de principio a fin.
Antes de degustar tamaña barbaridad el Selu ofrecía un delicioso aperitivo con mejor tino en pasodobles que en cuplés y con la engañosa frialdad del público. Esta suegra todavía tiene mucho de qué hablar.
Un océano de creatividad después de cruzar un árido desierto. El coro de Quico Zamora, ‘Arría la carná’ no mejoró respecto a lo ya mostrado en preliminares. La comparsa ‘Los incondicionales’ disfrutó en el escenario sabiendo que para ellos haber superado el corte ya es un premio. La chirigota del Sheriff, ‘Los kunfundíos’ agradó al respetable con su frenética actuación. El cuarteto de Aguilera y Piulestán ‘Los del Patronato’ volvió a apostar por su particular forma de entender la modalidad, con peor suerte para ‘El hombre que susurraba a las almohadas’, que no conectaba con el público.
‘Los grasiosos’ de Guimerá tendrán difícil aparecer por tercera vez en el Falla, y también se despiden los jóvenes de la charca, que cogen rodaje para ocasiones venideras.