La vida de Antonio Pedro Serrano ‘El Canijo’ saltó por los aires. No fue por una explosión nuclear ni por un fallo en la planta de energía atómica de su particular Chernobyl. Se trata de algo mucho más terrenal. Antonio, con 133 kilogramos de peso y obesidad mórbida diagnosticada, hipertenso y con diabetes tipo 2, sufrió un ictus el pasado mes de abril, durante el confinamiento por la pandemia. Desde entonces se ha quedado en la mitad, bajando de 80 y con camisetas de la talla M justitas para ir luciendo tipo. “Los tíos buenos estamos ahora en la chirigota”. Seguirá siendo el Canijo, ahora más o menos que antes, pero siempre con su excelente humor y una bonhomía imposible de medir en calorías.
Pasa por ser el sevillano más querido en la Tacita, y tras regalar tantos años de coplas y cuplés recibía a través de mensajes y llamadas todo el cariño que le profesa este microuniverso. Ese sufrimiento lo revierte para convertir el drama en risas, pues el Carnaval corre por sus arterias ahora incluso más liberado, a golpes de un corazón que vuelve a latir con fuerza. Así que esta entrevista es como una actuación de su chirigota: con mensaje reivindicativo, lecciones, humor y sonrisa. Tiene pinta de premio gordo, con perdón.
-¿Cómo te encuentras después del ictus que sufriste en abril, en pleno confinamiento por la pandemia?
-De salud bien. Hace pocos días he salido de una abdominoplastia, una operación para la eliminación de la piel y el tejido sobrante, ya que he perdido 60 kilos en menos de un año y existe de que se pueda producir necrosis e incluso cáncer de piel. Me han quitado cinco kilos de piel y grasa y no por estética. Mi talla era la XL y me he quedado en una M.
-¿Te has marcado algún objetivo?
-Mi índice de masa corporal queda perfecto si me quedo en unos 74 kilogramos. Yo, que he llegado a pesar 146 kilos. Mi objetivo es no tener que medicarme ni para la tensión ni para el azúcar, quitarme esas pastillas. Pero hay que hacerlo con cabeza. Estoy tomando hierro, porque adelgazamos el cuerpo pero no las arterias, y fue clave ponerme en manos de una profesional como mi fisioterapeuta Clara. Estoy contento, pero lo voy a dejar aquí, no me voy a poner pelo porque tampoco quiero ser el Maluma del Carnaval. Lo malo es que se me ha quedado ‘culo carpeta’.
-¿Qué te impulsó a tomar esta decisión tan saludable y bajar de peso de esa manera rotunda?
-Ha sido el verme muerto. Compré muchas papeletas durante años y vi el final de mi película, con mis hijas y mi mujer llorando y pasándolo fatal. Es el miedo lo que me ha empujado, porque yo no me quiero morir. Hay quien me llama valiente y dice que tengo voluntad. Todo lo contrario. Soy un cobarde porque hasta que no me he visto muerto no he sido capaz de dar el paso adelante, y esto debí hacerlo mucho antes. Ahora llevo casi un año de baja en el que mi proyecto he sido yo, me he dedicado a mí.
-¿Cómo supo que le estaba dando un ictus?
-Nos mandaron a teletrabajar. Estaba hablando con mi jefe y mi mujer me vio que tenía la boca torcida. Me di cuenta de que no tecleaba como siempre. Por suerte me llevaron rápidamente a Urgencias, donde me hicieron el TAC. Ha sido un milagro. Tenía obesidad mórbida, me las vi muy negras. Compré muchos décimos de esta Lotería de la muerte.
-¿Cuál es su motivación para seguir, una vez superado el miedo?
-Me preguntan muchas personas ¿cómo lo haces? Es fácil. Piensa en la gente a la que quieres. Mi motivación son mi mujer y mis hijas.
-Ya le conozco y seguro que de esta vivencia extrema le han brotado ideas para hacer un repertorio carnavalesco.
-Jjajaja, Sí. Tengo material para una chirigota. Es más, hasta teníamos el nombre: ‘La chirigota del Canijo, ahora sí’, contando mi experiencia con un toque de humor negro, mucha guasa. El Carnaval es una pasión muy gorda. El primer día que me ingresaron pensé: ¿habré perdido mi capacidad de escribir? Y se enfadaron mis hijas y mi mujer nada más que por plantearme esto entre la vida y la muerte. Parece que no me han quedado secuelas, o al menos los de mi chirigota me dicen eso (espero que no me estén dando coba).
También tengo el nombre para la comparsa ‘Inv-ictus’. Jajajaja. Y pienso seguir en el coro con Julio Pardo. Es que el Carnaval es algo muy grande.
-Precisamente este pequeño mundo tan peculiar se movilizó cuando enfermaste. Las redes se llenaron de mensajes de apoyo y de ánimo, y todos se interesaron por tu situación. ¿Pudiste comprobar lo que se te quiere en Cádiz, y eso que eres de Sevilla?
-Jajajaja Todo esto es el Carnaval. He recibido mensajes de todos: Tino, Carapapa, Remolino, Tomate y Piru, Los Majaras, el coro, mis niños que están ahora con Juan Carlos… me he sentido muy querido. Ahora, sin el Concurso y echándolo tanto de menos, se está notando un rollo muy bueno entre componentes, autores y aficionados. Ojalá se mantenga cuando sea el COAC de verdad. Se valora mucho lo que se ha perdido, como también en mi caso la salud.
-Y pensar que el pasado Carnaval todos nos reíamos del coronavirus y los chinos…
-Sí. Yo para la calle saqué alguna tontería diciendo que era como un Chernobyl chiquito. Hay que ser muy responsable. Menos terraza, menos salir a aplaudir, y más respeto a los profesionales. Hay que hacerles caso. Yo me he pegado media vida jugando al gordito suicida, no iba al médico por no escucharlo. Tenemos que confiar en ellos.