Cádiz es pirata y pirata es Antonio Martínez Ares. Dos barcos que ayer se enfrentaron en una batalla en la Plaza de San Antonio en la que sólo hubo un ganador: el gaditano. El pregón del cantautor se convirtió en una travesía por los mares de la ciudad, a través de la cual fue describiendo, con su peculiar forma de decir las cosas, el espíritu de la Tacita. Coplas, voces, comparsas, música, tanguillos, crítica y humor no pudieron faltar en un espectáculo novedoso en el que quedó resumida la trayectoria y el estilo del autor.
Como antesala al discurso del pregonero, las pantallas de la Plaza de San Antonio fueron mostrando los mensajes de algunos gaditanos como Antonio Martín, Ismael Beiro, Paz Padilla o José Guerrero ‘Yuyu’, que dejaron entrever algunos detalles de la trama principal del pregón, muy relacionado con un botín en forma de Duros Antiguos.
Antonio Martínez Ares también invitó a su guitarra a este reencuentro con el pueblo de Cádiz y, como no podía ser menos, abrió el espectáculo con el pasodoble ‘Ruego a los vientos’ en el que piropeaba a su tierra, y que interpretó sentado en el suelo del escenario tras la introducción de la Orquesta Caballati. Volvían así los sones carnavalescos de Antonio Martínez Ares ante la mirada de un público expectante ante esta nueva creación. Y no defraudó, porque el pregonero sólo habla en gaditano aunque su entendimiento es universal. Hacía tiempo que sus metáforas sobre Cádiz, su mar y su cielo no asomaban por aquí y las 15.000 personas que asistieron ayer al espectáculo de San Antonio disfrutaron de lo lindo con cada expresión.
Ataviado con un disfraz de pirata malo, el capitán del barco de San Antonio presentó a una tripulación con sabor a comparsa y con acento barbateño, pues se trataba de la agrupación de José Manuel Cardoso, que este año no ha participado en el certamen y lo ha dedicado a ensayar esta cita, y que se presentó de la mano de otro pirata amigo de Ares, Juan Manuel Romero Bey. Una presentación donde el pregonero enseñó sus cartas con alusiones a su pasado. «Bueno, no pasa nada, con gente peores que vosotros he ganado mil batallas, con menos gente, incluso, abordé a otros barcos en el Falla. Unos cuantos meses conmigo y seréis recordados eternamente, aunque no cantéis, aunque no hagáis nada, eso no le importa a la gente. Hoy haré la última travesía por los cielos de esta tierra. Temblad mediocres y cobardes. Por una noche vuelvo a la guerra», apuntó.
Tras este primer apunte, el pirata aleccionó a los integrantes de su tripulación con los mandamientos que, a su juicio, debe cumplir un pirata de Cádiz. Un decálogo que invitó a la reflexión. «El primero: hay que estar en el paro y demostrar que se lleva años viviendo del cuento. El segundo: un pirata de Cádiz no se levanta antes de las doce del mediodía. El tercero: un pirata de Cádiz vive en el barco de sus padres y los piratea hasta los cuarenta, después se independiza y trabaja para alguien como yo que le ajusta las cuentas. El cuarto: importante, un pirata de Cádiz tiene que ser un artista del escaqueo, chavales, y buscarse un amigo médico que le dé la baja por depresión para cantar en carnavales. El quinto: un pirata de Cádiz va al Carranza todos los domingos sin excepción y le enseña a su hijo que grite en el fútbol cosas tan bonitas como ínnnnnn…. cabrón. El sexto: un pirata de Cádiz no es de izquierdas ni de derechas a la hora de votar, es más de arriba, abajo, al centro y pa dentro y ya está. El séptimo: un pirata de Cádiz roza la gloria cuando se bebe los vientos y alcanza la fama mundial cuando se bebe, digamos… cuando se bebe quinientos. El octavo: un pirata de Cádiz tiene que saber hablar un castellano perfecto, por ejemplo: ‘aro’, ‘picha’, ‘cojones’, ‘cabesa’, ‘tú sabes’, ‘cogerlo ahí’, ‘tus muertos’. El noveno: un pirata de Cádiz nace donde quiere y así debe ser, menos un reducto, un grupito que vive en… dónde era, ah, sí Jerez. Y el décimo y último, un pirata de Cádiz cuando lo capturen tiene que gritar ¡Que esto es Cádiz y aquí hay que mamar», enumeró.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la participación de Miguel Nández, que cantó ‘La última estrella’, de la presentación de la comparsa La Niña de mis ojos, y que levantó el vello a todo el público con la fuerza que derrocha en escena este ex corista. Y así comenzó a navegar por los mares de Cádiz Antonio Martínez Ares, que en su travesía describió con un hermoso piropo a su ciudad. «Desplegad por Dios las velas que se vea nuestro poderío. Si hay un barco que es envidiado por todos, ese barco es el mío. Vigilad el palo de mesana, firme la jarcia, izad la bandera. Qué bonito se ve desde arriba mi Cai de mis anhelos. A babor la Caleta, a estribor el Parque Genovés, inmenso. Mil veces me han querido comprar este barco y mil veces he dicho que no, que en este barco me llevaba mi padre al Puerto, que no tiene precio, por Dios, que aquí dio su viajecito la célebre Tía Norica, que a este barco le besan las olas y a los demás les salpican», pronunció Martínez Ares, dando la palabra al cantante Manuel Ruiz, ‘Queco’, que cantó ‘Viene a esta tierra un barquito’ de Los hombres del Mar.
Otra crítica más sucedió a la actuación de Queco y como parte de una escena irónica, el pregonero tiró por la borda a algunos autores del Carnaval, al jurado, a las ninfas, a la carpa, al pregonero, al pirata corista. «Una cosita así hay que hacer en el Falla y no la preselección», agregó.
Guillermo Cano y Jesús cortés junto con Tamara Beardo también interpretaron varios temas de La Calle de la Mar y la famosa rumba del coplero ‘Por cada mirada’. La despedida del coplero a modo de testamento dio paso, tras la actuación de Ramoni, al fin de fiesta del espectáculo, en el que la tripulación del barco entregó a los gaditanos el botín que previamente había recogido por las casas de Cádiz: Los Duros Antiguos. Desde arriba del escenario lanzaron al público monedas de chocolate, grabadas con la fecha en la que se interpretó la letra del tango del coro Los Anticuarios, que quedará para la historia al igual del pregón. Un pregón que, como no podía ser menos, terminó con los sones de esta copla.
Como antesala al discurso del pregonero, las pantallas de la Plaza de San Antonio fueron mostrando los mensajes de algunos gaditanos como Antonio Martín, Ismael Beiro, Paz Padilla o José Guerrero ‘Yuyu’, que dejaron entrever algunos detalles de la trama principal del pregón, muy relacionado con un botín en forma de Duros Antiguos.
Antonio Martínez Ares también invitó a su guitarra a este reencuentro con el pueblo de Cádiz y, como no podía ser menos, abrió el espectáculo con el pasodoble ‘Ruego a los vientos’ en el que piropeaba a su tierra, y que interpretó sentado en el suelo del escenario tras la introducción de la Orquesta Caballati. Volvían así los sones carnavalescos de Antonio Martínez Ares ante la mirada de un público expectante ante esta nueva creación. Y no defraudó, porque el pregonero sólo habla en gaditano aunque su entendimiento es universal. Hacía tiempo que sus metáforas sobre Cádiz, su mar y su cielo no asomaban por aquí y las 15.000 personas que asistieron ayer al espectáculo de San Antonio disfrutaron de lo lindo con cada expresión.
Ataviado con un disfraz de pirata malo, el capitán del barco de San Antonio presentó a una tripulación con sabor a comparsa y con acento barbateño, pues se trataba de la agrupación de José Manuel Cardoso, que este año no ha participado en el certamen y lo ha dedicado a ensayar esta cita, y que se presentó de la mano de otro pirata amigo de Ares, Juan Manuel Romero Bey. Una presentación donde el pregonero enseñó sus cartas con alusiones a su pasado. «Bueno, no pasa nada, con gente peores que vosotros he ganado mil batallas, con menos gente, incluso, abordé a otros barcos en el Falla. Unos cuantos meses conmigo y seréis recordados eternamente, aunque no cantéis, aunque no hagáis nada, eso no le importa a la gente. Hoy haré la última travesía por los cielos de esta tierra. Temblad mediocres y cobardes. Por una noche vuelvo a la guerra», apuntó.
Tras este primer apunte, el pirata aleccionó a los integrantes de su tripulación con los mandamientos que, a su juicio, debe cumplir un pirata de Cádiz. Un decálogo que invitó a la reflexión. «El primero: hay que estar en el paro y demostrar que se lleva años viviendo del cuento. El segundo: un pirata de Cádiz no se levanta antes de las doce del mediodía. El tercero: un pirata de Cádiz vive en el barco de sus padres y los piratea hasta los cuarenta, después se independiza y trabaja para alguien como yo que le ajusta las cuentas. El cuarto: importante, un pirata de Cádiz tiene que ser un artista del escaqueo, chavales, y buscarse un amigo médico que le dé la baja por depresión para cantar en carnavales. El quinto: un pirata de Cádiz va al Carranza todos los domingos sin excepción y le enseña a su hijo que grite en el fútbol cosas tan bonitas como ínnnnnn…. cabrón. El sexto: un pirata de Cádiz no es de izquierdas ni de derechas a la hora de votar, es más de arriba, abajo, al centro y pa dentro y ya está. El séptimo: un pirata de Cádiz roza la gloria cuando se bebe los vientos y alcanza la fama mundial cuando se bebe, digamos… cuando se bebe quinientos. El octavo: un pirata de Cádiz tiene que saber hablar un castellano perfecto, por ejemplo: ‘aro’, ‘picha’, ‘cojones’, ‘cabesa’, ‘tú sabes’, ‘cogerlo ahí’, ‘tus muertos’. El noveno: un pirata de Cádiz nace donde quiere y así debe ser, menos un reducto, un grupito que vive en… dónde era, ah, sí Jerez. Y el décimo y último, un pirata de Cádiz cuando lo capturen tiene que gritar ¡Que esto es Cádiz y aquí hay que mamar», enumeró.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la participación de Miguel Nández, que cantó ‘La última estrella’, de la presentación de la comparsa La Niña de mis ojos, y que levantó el vello a todo el público con la fuerza que derrocha en escena este ex corista. Y así comenzó a navegar por los mares de Cádiz Antonio Martínez Ares, que en su travesía describió con un hermoso piropo a su ciudad. «Desplegad por Dios las velas que se vea nuestro poderío. Si hay un barco que es envidiado por todos, ese barco es el mío. Vigilad el palo de mesana, firme la jarcia, izad la bandera. Qué bonito se ve desde arriba mi Cai de mis anhelos. A babor la Caleta, a estribor el Parque Genovés, inmenso. Mil veces me han querido comprar este barco y mil veces he dicho que no, que en este barco me llevaba mi padre al Puerto, que no tiene precio, por Dios, que aquí dio su viajecito la célebre Tía Norica, que a este barco le besan las olas y a los demás les salpican», pronunció Martínez Ares, dando la palabra al cantante Manuel Ruiz, ‘Queco’, que cantó ‘Viene a esta tierra un barquito’ de Los hombres del Mar.
Otra crítica más sucedió a la actuación de Queco y como parte de una escena irónica, el pregonero tiró por la borda a algunos autores del Carnaval, al jurado, a las ninfas, a la carpa, al pregonero, al pirata corista. «Una cosita así hay que hacer en el Falla y no la preselección», agregó.
Guillermo Cano y Jesús cortés junto con Tamara Beardo también interpretaron varios temas de La Calle de la Mar y la famosa rumba del coplero ‘Por cada mirada’. La despedida del coplero a modo de testamento dio paso, tras la actuación de Ramoni, al fin de fiesta del espectáculo, en el que la tripulación del barco entregó a los gaditanos el botín que previamente había recogido por las casas de Cádiz: Los Duros Antiguos. Desde arriba del escenario lanzaron al público monedas de chocolate, grabadas con la fecha en la que se interpretó la letra del tango del coro Los Anticuarios, que quedará para la historia al igual del pregón. Un pregón que, como no podía ser menos, terminó con los sones de esta copla.