Ángel Gago, en el papel de Doña Pura

Por  10:23 h.

Ángel Gago no es el presidente de la Asociación Vasca de Hostelería que, lo juro por Snoopy, también se llama así. Ángel Gago ya es Doña Pura y lo será por mucho tiempo: inexplicable que su papel protagonista en el culebrón Los cuartetos también lloran no haya sido tenido en cuenta en el acto de entrega de los Globos de Oro. Pero todavía quedan los Oscar y los Goya, que tienen premio doble.
Su evocador acento suramericano no sólo es un inevitable homenaje a las telenovelas sino a ese viejo Cádiz de donde ya no salen vapores rumbo a Mayagüez pero a donde llegan trasatlánticos cargados de indianos que ahora compran baratijas en las tiendas de souvenirs en lugar de cambiárnoslas por especias y minas de oro.
Quizá Gago, cuartetero por naturaleza, no haya descubierto nada, pero conoce su oficio y eso ya es un logro en los tiempos que corren: su repertorio siempre se situó a mitad de camino entre aquel baño de frescura intelectual que supuso en su día el cuarteto de Rota –el de Felipe Segundo, bajo la dirección y las gafas de Miguel Sánchez Romero, aquel estudiante de Filología que hoy dirige ‘El Intermedio’ de El Gran Wyoming en La Sexta—o aquella legendaria sal gorda de El Peña y El Masa.
Con la reincorporación a filas de Emilio Tello y el repertorio que firman Angel Moreno y José Manuel Cossi, Ángel Gago espera contar con tropa suficiente para enfrentarse este a su rival gadita Morera y a los intratables algecireños de Rebolo, con el sólido repertorio de Ramón López que después de su exitoso Chanel a los cuatro, que les deparó un año sabático, regresan la semana que viene con La alegría de la güerta.
Este año, les toca demostrar que aquel homenaje a los Rolling de Esta boca es mía no fue una simple y efímera canción del verano, sino todo un clásico, de esos que se reinventan a sí mismos cada temporada.
Si algo caracteriza a Angel Gago es su cuidado por las letras, el detalle y la improvisación. Esa cualidad tan devaluada de un tiempo a esta parte y a la que algunos llaman ingenio: ¿a quién se le hubiera ocurrido comparar la fastuosa villa en Cerdeña donde Berlusconi cita a las velinas, con los modestos chalés en Chiclana de esos gaditanos que se permiten el lujo de no estar a dos velas? ¿O los éxitos póstumos de Michael Jackson con El Melli y los apolillados discos de Los Cruzados Mágicos?
Gago pertenece a esa nueva generación carnavalera que no necesita pedigrí de Cádiz-Cádiz para subirse al Falla y robarle el corazón al respetable: de hecho, él es un beduino de la barriada de la Paz que ahora vive en San Fernando. Pero en la vida real, se llama doña Pura, domina la Hacienda El Candao, aunque no esté dispuesto a hacerlo de ninguna de las maneras en estos carnavales.