
Fuego. Fuego para quemar el Carnaval, como todos los años, pero un fuego distinto, con llamas más vivas, azuzadas con la leña de los prejuicios, del machismo, de los complejos. Momo se desnudó antes de inmolarse, se puso íntimo con el respetable que abarrotó San Antonio y tiró de experiencia propia para hacer lo que mejor sabe, reírse de sí mismo y hacerlo con el lenguaje que domina, el de la calle.
Ana López Segovia pidió nada más llegar que mejor que Dios Momo le llamaran Diosa Momá. Y es que no tuvo reparo alguno en reconocer que después de ser madre no tenía otro tema de conversación. La llamada de la naturaleza, la barriga, el parto, el miedo, la crianza, el enamoramiento. La Diosa Momá presentó sobre el escenario un romancero en el que fue repasando las distintas fases de la maternidad, la suya y la de la mayoría de los que han pasado por esa experiencia y ayer se sintieron plenamente identificados con su relato. La diferencia es que ella fue capaz de narrarlo con las herramientas que sólo unos pocos manejan, las de la gracia, la sinceridad, la cercanía, la desvergüenza. Esas herramientas que lleva años sacando a la calle en Carnaval con su chirigota ilegal, la de ‘Las niñas’.
Como no, sus compañeras de fatigas, de todo tipo de fatigas, la acompañaron en este día en el que se quemó a Momo, o a Momá, pero más allá de eso, se dio oficialidad al homenaje necesario al Carnaval de la calle, y sobre todo, al Carnaval en femenino. Bien vendido, con borderíos de mujer, sin necesidad de tirar de sombras de Grey ni de colocarse a la sombra de nadie, sino poniéndose al lado de genios de las esquinas como ‘Las Merkel’, ‘El Fakir y la Serpiente’, ‘Las Soprano’, ‘Los Lleins Bond’, ‘Lo que en el Bierzo se llevó’, ‘Los Vikingos’, Salvador, ‘La verdadera Patrulla Águila’, ‘Suspiritos de España’, Javier Ruibal, los del Perchero, Paco Rosado o los Guatifó, que se sumaron a la fiesta de la calle, aunque esta vez formara parte de la agenda oficial del Carnaval de Cádiz.
En su pregón, en verso, cantado a ratos, recitado en su mayoría, hecho romance al modo más gaditano, la Diosa Momá se desahogó contando parte de su historia, la más reciente, la más importante, aunque le llevase a amargarse un Carnaval. Pero bueno, qué es eso al lado de una experiencia que te va cambiando la vida hasta transformarte en tu propia madre. Hay pruebas que delatan el cambio, pero ninguna como el escucharse a sí misma pronunciar la frase definitiva: «¡Ay que te como los huevos!».
Y una vez desahogada, la Momá Momo se quitó el disfraz de madre y se puso el de carnavalera, el que ha lucido como la mejor representante de la mujer gaditana durante tantos años, sin necesidad de madroñera. Fue narrando como sus padres le fueron inoculando el veneno gaditano a base de pasodobles, cuplés y libretos; como se dio cuenta de que le gustaba estar en la calle, primero empapándose, y luego derramándose ella misma con su hermana, con sus amigas, con sus niñas.
Y antes de arder, no lo pudo aguantar más y se le salió el amor por los cuatro costados. Así lo declaró: «Como yo te amo, como yo te amo, ‘scúchame’, ‘scúchame’… Cádiz… Nadie te amará, nadie te amará, nadie porque yo; te amo como el sol a tu Caleta, yo; te amo como el congrio a su coñeta, yo; te amo como el niño a la rabona, yo; te amo como la Uchi al Barcelona, yo; te amo a todas hora, a diario, yo; te amo aunque no sea el Bicentenario, yo; te amo con tu luz y tu hermosura, yo; te amo con tus huelgas de basura, yo; te amo en Trille y en la plaza Mina, yo; te amo con tu arte y con tu ruina, yo; te amo en lo bonito y en lo feo, yo; te amo aunque votes a la Teo, yo…»
Y así acabó en Cádiz el Carnaval. Que no, que es broma.