Noche de amistades. De abrazos entre bambalinas, de gritos de ánimo desde butacas, de aprobaciones desde el palco. La alcaldesa Téofila Martínez felicitaba detrás del escenario a José Manuel Valdés después de acabar la actuación de su coro. El pregonero Javier Ruibal sólo se dejó ver por los camerinos en compañía de sus amigos, los de la chirigota del Cascana (José Luis Soto Velázquez).
También Ramón Rodríguez Verdejo Monchi tenía varios compromisos que atender, por supuesto gustosamente, y con una sonrisa en la cara tras la victoria sevillista. El director deportivo isleño no quería perderse la actuación de los coristas, y además tenía amistades en la chirigota sevillana, también conocía a alguna enfermera de Pascual, y se rendía ante los melismas de Agustín, sectario de los Carapapa.
Cantaores
También los flamencos Paco Reyes y el niño de la Leo se dieron una vuelta por el Gran Teatro. Parecía que todos querían resguardarse del posible tornado, pero las paredes sólo retumbaron con la comparsa gaditana. Y eso que las condiciones meteorológicas estuvieron presentes durante todo la noche, como quedó patente con el cuplé del coro de Valdés y ese grito desde gallinero: «…y el que no diga ole que se lo lleve el tornado a Punta Cana».
Descorazonador el aspecto del recinto en la recta final. De nuevo, una sesión descompensada, brillante en su primer periodo, mezquina al final. De la ovación y la puesta en pie (de sevillanos y aficionados) a la ausencia total. Sólo la pequeño expectación levantada por la chirigota Los malos maléficos impidió que el Falla quedara entre amigos.
Amigos de Sevilla, de El Puerto, y muchos sectarios en el Falla
El ambiente en el Teatro
Por Jose María Aguilera , 0:00 h.