Apesar de que tenga nombre de comparsa, Beiging + 15, ese compromiso mundial feminista que se reunirá en Cádiz la próxima semana, no le gusta que la mujer sea comparsa de nadie.
Quizá por ello, a Adela del Moral le tiran más las chirigotas. Cualquier año, la tía va y saca una bajo el título de Convidadas de piedra, o algo así. Esa fue la condición de las mujeres a lo largo de la historia. Y en el carnaval, también.
A fin de cuentas, aún hoy sigue habiendo agrupaciones que pasean mujeres floreros para el regocijo carpetovetónico del respetable, como ha ocurrido en el propio Teatro Falla durante el año en curso. Lo más parecido a una mujer que vieron las antiguas carnestolendas eran fulanos mal vestidos de ellas, pero no como los amos de casa del Falla de este año, sino como una supuesta transgresión de los disfraces cotidianos, a diez minutos quizá de salir del armario si, en otro tiempo, el mueble en cuestión no fuese posible abrirlo con tanto candado en contra.
Lo cierto es que el Carnaval era cosa de hombres. Pero, en eso, llego Adela del Moral Pino y mandó a parar: la Lidia Falcón de las cuartetas, la Carmen Sarmiento del popurrí, la autora e impulsora del llamado coro de la niña o coro mixto como aquel de Los Madrugadores que madrugó lo suyo hacia el año 1980.
Y no es que fuera la primera, claro: dicen que La Perla también se ganaba la vida por los recovecos de las Fiestas Típicas Gaditanas. Por no hablar de las que militaban en las agrupaciones familiares o en las de la peña El Lete, que no pedía cromosomas a sus chirigoteros.
Pero, mucho antes de la Declaración de Atenas, de la discriminación positiva y de las cuotas en las candidaturas electorales, Adela del Moral ya ensayaba la paridad en el concurso oficial, a bordo de agrupaciones como Piconeras y franceses o La Tertulia, cuyo libreto compartía con Leonardo Calle. A partir de ahí, se empoderó como ahora dicen, y se hizo cargo, sola ante el peligro, de agrupaciones emblemáticas como Olé Gaditano en una larga trayectoria que lleva a La viudita naviera o La Plaza Mina. Por no hablar de Watusi, que fue primer premio, o de Oh, Cádiz, el coro en el que ya salían los retoños de sus integrantes, de padres a hijos juntos por la agrupación.
Pertinaz, como la sequía antiguamente. Baluarte invencible, como la Isla de León. Ahí sigue la tía, sin dimitir de febrero aunque haya tirado la toalla de los aperreos de la catedral de los ladrillos coloraos. Cada año, se tira a la calle con la misma audacia que las gaditanas que iban a buscar esquirlas de los obuses franceses para hacerse tirabuzones.
Ilegales, les dicen a ellas y a sus compañeras. A Adela del Moral, en el fondo, no sabe si le hace gracia o le enorgullece. A fin de cuentas, a lo largo de la historia y en la del carnaval también, la mujer independiente –o simplemente la mujer – sie
Adela del Moral, el Carnaval es cosa de mujeres
Por Juan José Téllez , 8:53 h.