
Autor música José Martínez
Localidad El P uerto
En 2011 Al volver de los ensayos
Puntuación: ***
«¿Para qué valió mi vida, para qué valió mi muerte?» se pregunta Jesúcristo en la voz prodigiosa de Ramoni en la presentación. Regresan los Majaras con el dulce remate de los pasodobles por el que ya apostaron, con buenos resultados, en Medio Siglo. En la primera letra, se dirigen a aquellos que no creen en Dios para hacerles ver dónde se le puede encontrar en nuestra vida cotidiana. En el segundo pasodoble, sin abandonar el hilo conductor de la comparsa, Jesús reniega de la Iglesia actual: «Si a la Tierra yo volviera un día, arrasaría con el Vaticano entero». En los cuplés, se rien de la fama del Puerto de matar gente en los pasodobles. No pasa nada, este año ellos los resucitan, dicen. Aún así, se reconocen incapaces de arreglarle la cara a Teófila, que son milagrosos pero no tanto. Las privilegiadas voces de los de El Puerto vuelven a sonar a gloria en el popurrí, tras el que son despedidos por gran parte del patio de butacas en pie.
PASO POR CUARTOS DE FINAL
Puntuación: ***
«Dejad que los niños se acerquen a mí». Los Majaras pusieron en boca de Jesús una condena a la pederastia en el seno de la Iglesia. Durante la interpretación, algún componente hace un ademán más propio de la mafia siciliana que del nazareno. Esos detalles no ayudan. Abandonan el personaje en la segunda letra, muy emocionante, para meterse en la piel de la madre del hijo pródigo que retorna a casa cuando la vida deja de sonreirle. Destacó el segundo cuplé, en el que el típico gesto de Pedro de los Majaras les parece que se fuera a tirar por un tobogán del Aquasherry. No se superan demasiado respecto a preliminares. // Vicente González
PASO POR SEMIFINALES
Puntuación: ***
Un cargaor que, sin ser creyente, sigue con la tradición de su padre en la primera letra. El segundo pasodoble, a capella, a la Santa Cena de los mendigos, muy emocionante, con cameo de Pedro el de los Majaras en el papel de Jesucristo. Cuplés muy discretos a una prédica en la playa y a la beatitud de Luis Rivero. // Vicente González