La Catedral del mar encandila al público en la recta final de la sesión

La Catedral del mar ha hecho las delicias de los presentes con un
repertorio genuinamente gaditano, que lleva el sello inconfundible de
su autor, Luis Manuel Rivero.
Con un tipo de fantasía, recreando una ciudad sumergida (aunque el concepto recuerda un poco a La Atlántida, de Quiñones), han interpretado su presentación a media luz, y en la que lo más destacable ha sido la música de la última estrofa.
Los pasodobles, un poco largos quizás, han estado dedicados al nacimiento de su hija y a una mujer madura que se ve hastiada en su casa y sin encontrar otro trabajo que no sea el de limpiar casapuertas.
Muy acertados los cuplés, que han resultado más graciosos que el de la mayoría de chirigotas que han actuado esta noche,  con un precioso y pegadizo estribillo: “y quien no quiera a Cai, que se lo coman los tiburones”.
El popurrit ha sido quizás un poco redundante y se hace algo largo y excesivamente centrados en las mismas ideas y conceptos.
Buena actuación de este buen grupo, pero quizás se esperaba más de una comparsa que parece estar algo por debajo del nivel que venían exhibiendo en los últimos años.