El comparsista de los coloretes

Uno de los pocos que ha logrado el erizamiento y, la
verdad es que en varias ocasiones, es el comparsista que llevaba
coloretes en los cachetes. Un año unos chiquillos provenientes de los
juveniles presentaron una comparsa en escena que se llamaba La Botica.
Cantaban suave, casi a voz de hora de la siesta, músicas sencillas, sin
contraltos estrella, y, para colmo, llevaban coloretes en la cara. No
pongo mejillas, porque o sino ya el artículo va a parecer la
radionovela de las cuatro de Canal Sur, algo almibarado, como los
melocotones esos que ponen en los pijamas de los Italianos.

La
página web www.lacomparsadetino.com, que me ha ayudado una barbaridad
para refrescar la memoria y escribir mi pamplina de hoy, dice que La
Botica salió allá por 1997, perfecto, porque hace 10 años y ya aquí una
buena comparsa tendría motivo para escribir un pasodoble homenaje, tan
de moda este año.

Tino Tovar, con sus cachetes
con colorete y su botica, fue una pequeña revolución de esas que cada
año se producen en el Carnaval de Cádiz. Para colmo, luego, se les vio
cantando en todas las esquinas de la ciudad durante el Carnaval y
demostraron que lo sencillo era posible en un mundo, entonces, en que
triunfaban comparsas mucho más barrocas. La botica tenía un cierto
espíritu de agrupación callejera y venía a recuperar esa especie de
híbrido entre chirigota y comparsa que ya pusieran de moda Los Cruzados.

Es
curioso que el único «palo» que no se ha desarrollado en la calle ha
sido el de la comparsa. En esta modalidad todas «son legales». Todavía
no ha salido ningún comparsista ilegal y eso es preocupante.

Pero
la revolución de los coloretes no ha sido la única de este autor que, a
pesar de su currículum, es muy poco conocido y no está incluido en lo
que podríamos llamar el grupo de «galacticos» del Carnaval de Cádiz.

Tovar
ha destacado también en el complicado mundo de la comparsa por ser un
autor que siempre ha hecho buenos cuplés, algo que ahora, gracias a la
labor de Tino, de Martínez Ares y de Juan Carlos Aragón, está mucho más
cuidado por las comparsas y hasta los clásicos como Martín o Quiñones
no suelen ya pegar bajonazos en este apartado.

Este
año Tovar ha estado en la final por partida doble. Su república
gaditana, un país en azul y amarillo, ha logrado estar en el cuadro de
honor del certamen y es el autor de la música de la agrupación
triunfadora del año, la chirigota Los Juan Palómez.

Tovar
lleva varios matrimonios carnavalescos de hecho con el Canijo de
Carmona. Ellos fueron los culpables del último pelotazo del Carnaval,
Los que salimos por gusto, aquellos espermatozoides regordetes de 2005
que supieron plasmar con elegancia un tipo complicado como el de semen
viviente.

Tovar y el Canijo tienen cosas en
común. A los dos le gustan las exquisiteces carnavalescas. Son de esos
autores que cada año te sacan una copla de esas para mojar pan. Este
año Tino sorprendía con un pasodoble contando la historia de un
embarazo o con otro dedicado al locutor Pepe Benítez y el Canijo pues
es capaz de compararte el menudo con un amanecer y lograr que salga el
sol en medio de dos garbanzos remojaos.

Tino,
que comenzó su vida carnavalesca saliendo en chirigotas, lo que no es
mala cosa, merece tener una foto más grande en el álbum del Carnaval de
Cádiz, tampoco sé muy bien si el quiere tenerla, que también es una
cosa importante. No me extrañaría que en alguna ocasión su arte sea
exportado a otras ramas y al igual que otros autores sea uno de esos
«científicos» gaditanos que se nos fugan, afortunadamente, al mundo del
espectáculo.

Me imagino que Tino, si hoy hubiera
tenido que cantar en el Falla seguro que hubiera sacado un pasodoble
solidario con la plantilla de Delphi. Para ellos, que pasan unos
momentos mú joios, pues un abrazo tamaño tramo móvil del puente
Carranza.