Amoscuchá

La verdad es que este Carnaval, intimo, fresco,
desvergonzado, inteligente, tiene muy poco que ver con el que conocemos
la mayoría. Es un Carnaval de pequeños grupos que se forman en torno a
unos tíos disfrazaos que en una esquina elegida a pelú deciden cantar
una copla. Nadie sabe porqué pero en cuanto los tíos se paran se ven
rodeados de gente con ganas de escuchá. Suena el pito y aunque a 10
metros Tere la de la Tartana oferte sus hamburguesas con singular
fuerza de altavoz, se hace el silencio. Y aunque los intérpretes tengan
la voz más rancia que una paletilla de a euro el kilo, todo se escucha
perfectamente y hasta ante la malaje más grande, aunque cantara el
cuplé el ministro de Justicia, que es más fino que un dry martini, todo
el mundo se ríe.

Muero con una callejera porque son el símbolo del
Carnaval de Cádiz, el estilo trapajoso llevado hasta sus últimas
consecuencias pero con ese toque de ingenio que solo es capaz de dar el
salitre que se te pega todos los veranos de bañarte en la playa y que
se queda ahí, escondío, por muchos emjabonaos que tú te dé.

Muchas veces da igual que el cuplé tenga gracia. Tú
te ríes al final, porque llevas tres vasos de manzanilla encima, porque
el caldo del puchero que te has tomao en una barra cualquiera tenía un
puntito de hierbabuena o, simplemente, porque estás en agrabable
compañía. A mi me da iguá, en definitiva.

Dicen que una manzanilla no sabe igual en una bodega,
acabaíta de sacar de la bota, que en tu casa, por muy fresquita que
esté. Pues con un cuplé pasa igual, cuando está en su jugo, en una
bocacalle de la Viña, en las escaleras de Correos o en una de esas
intrincadas calles del Pópulo, no es igual que escucharlo en un
compandí o en la frialdad de un escenario.

Ayer aluciné con el reportaje de las callejeras de
Vicente González cuando comprobé que ya había unos tíos que habían sido
capaces de montar «los caricaturistas de Mahoma» con un estribillo
donde nombraban al máximo profeta del Corán y al máximo profeta de
Barbate, la mojama.

Las callejeras no se sabe muy bien que son: Si
chirigota reducida, si cuarteto alargado, una comparsa en esencia, un
coro sin bandurrias. Son eso, cinco tíos o cinco tías con ganas de
cachondeo y con eso basta.

Los caricaturistas eran cinco. No les veo ni caja, ni
bombo, tan sólo de uno cuelga una tabla pero que lo mismo puede ser
para llevar el ritmo que para cortar el pan de los bocadillos, que es
una ventaja que tiene la tabla sobre el bombo, que resulta muy incómodo
para los bocatas.

¿Y cómo se viste uno de caricaturista danés? Porque
claro Dinamarca, lo que se dice gracia chirigotera, pues no se le
conoce. Creo que tienen muy buen chocolate, pero ya está. Lo que es
gracia se ha visto que más bien que no. Hacen un chiste y fijaté la que
se ha liado.

Pues el tipo lo aliñaron con una facilidad increíble.
Cójase un pantalón, que lo mismo sirva para salir en la chirigota que
para ir el domingo a tomar una cervecita al Paseo Marítimo y
compleméntese con una camisita de a cuadrito. Para darle el toque
fresquito, porque lo que es la Europa del Norte es tan fría como un
congelador de Procosur, se pusieron una rebequitas más bien gorditas,
pero sin mangas para que así parecieran más intelectuales, como si
dibujaran pa la calle.

Y ya en lo que es cabeza vienen los golpes
chirigoteros. Se pusieron unas pelucas rubias y uno de ellos, el más
intelectual, se colocó una boina a lo Tulus Lotrec (me he tirao este
pegote para que se note que estudié Historia del Arte).

El toque de Cádiz es la corbata que es una
escenificación de que los caricaturistas, ante la reacción de los
exaltados, tienen los huevos de corbata, expresión que, más o menos,
quiere decir que estás cagadito hasta las trancas. Entonces ellos, en
lo que es el cuello llevan colgados lo que son dos frutos de gallina
hembra pegados a una elegante pajarita.

Yo creo que más que ver a esos cinco tíos con esa
pinta, y los dos coloretes en los mofletes, ya te hace gracia y por muy
mal que canten y por muy malas que sean las letras, que no es el caso,
tú te ries.

Por eso esta noche no se queden en casa a ver el
furbo, que es muy aburrido. Pónganse la pelliza, bajense al Pópulo y
amoscuchá…se lo dice una madre italiana.