QUIEN TIENE UN AMIGO TIENE UN TESORO

 

Jamás me sentí más dichoso ni mi ego más realizado que aquella tarde del 5 de junio de 1992 en la que, con pulso de relojero suizo, daba los últimos retoques a mi primera obra maestra, un cuadro de estilo realista, óleo sobre lienzo, que titulé ‘Guitarra flamenca con silla de esparto al atardecer en patio andaluz’. No me negarán que el nombre no es bueno para una comparsa de Torre Alháquime.

Henchido de orgullo y satisfacción se lo enseñé a mi madre para que colmara de felicidad con sus halagos mi -por qué no decirlo- asquerosa vanidad. Cuando ella lo vio me dijo, qué bonito hijo, eso qué es, un árbol en medio de la playa, ¿no? ¡Mira, con su cubo y su pala!, no importa, cariño, tu madre siempre te querrá aunque pintes tan mal. Y siguió viendo Arrayán. Mi padre, con esa portentosa voz propia de un bajo del coro mixto metido en un tonel de ron, del tirón comentó que había que emmarrrrcarlo. ¿Enmarcarlo papá? No, picha, embarcarlo, tirarlo por los bloques. Mientras, el graciosillo de mi hermano canturreaba con saña por lo bajini el cuplé de Los Borrachos ¿qué caraho es eso Dios mío de mi alma? Mi hermana, más sensible para estas cosas, se quedó absorta un rato mirándolo, frunció el ceño, puso el cuadro bocabajo y me preguntó si no quedaría mejor así.

Ese día, gracias a mi familia, aprendí que Dios no me había llamado por el camino de las artes. Por ello, deduzco que los autores y componentes del cuarteto de Badajoz no tienen familia, ni parientes, ni amigos auténticos, ni oído, ni gusto, ni un triste espejo donde reflejarse.

Lo que no alcanzo a comprender es que si en 1812 fuimos capaces de no dejar pasar a los franceses, cómo es posible que 200 años después se nos cuelen estos insensatos.

Alguno dirá que todo el mundo tiene derecho a pisar las tablas del Falla. Correcto. Para eso existen las visitas guiadas gratuitas, donde hasta podrán admirar el fantástico lienzo de la ‘Alegoría del Paraíso’, de Felipe Abarzuza. A prueba de frescos.