No es para tanto

T odos los años el mismo lío, por las mismas fechas y la misma incomprensión. No entiendo tanta tensión, tanta expectación, los cabreos y las sospechas sobre intrigas. Me cuesta pensar que en despachos y reuniones se hable de esto porque, aunque despierte cierta expectación, al cabo, es un juego. No es más que una gente que hace cancioncillas para intentar agradar a otros. Luego, unos las puntúan, las ponen en orden así, de pronto, tras escucharlas pero eso no quiere decir nada. Para empezar, las sensaciones o emociones que te provoca una música combinada con una letra son muy difíciles de cuantificar así. «Esta vale 9.34, pero la siguiente sólo me ha merecido un 7.83 por la tonalidad intermedia». No sé cómo pueden hacerlo, no sé cómo podrían clasificarse boleros, sinfonías, fandangos o piezas de rap con ese criterio. Te gusta o no te gusta. Esta te gusta más que aquella pero? ¡puntuarlas con números y decimales! En fin, es un juego antiguo. Llevamos viéndolo desde críos y siempre fue el mismo sinsentido. Dicen que influye la política, las relaciones, incluso el territorio del que proceda la canción. Yo qué sé. Supongo que los seguidores están en la obligación de darle importancia, peso, para justificar su afición. Es decir, para disfrutarlo te tiene que parecer importante, tiene que ser motivo de seguimiento y discusión. Si te da igual, ya me dirás qué sentido tienen las porfías sobre si ésta o la otra, sobre si nos persiguen aquellos o nos ayudan los de más allá. El pasado sábado, por la noche, se produjo la primera criba seria y, por tanto, aparecieron los primeros comentarios, los nuevos damnificados y los recientes elegidos. Es así cada año pero siempre parece nuevo. Será cuestión de distancia. Si estás cerca, todo te parece importante. Si estás lejos, como es mi caso, pues el sudor precisa de una toalla grande. Pero con respeto, que a mí me gusta hacerme el preocupado por otras pamplinas intrascendentes, soy capaz de discutir sobre fútbol, jugadores y equipos, sobre cine, actores y directores, cuando a mi contertulio y a mí tampoco nos va nada en un asunto igualmente frívolo. Así que no vale reírse de nadie que en estas trampas caemos todos. Lo que digo es que, a mí, lo de Eurovisión me da igual. Yo creo que no merece la pena, tanta atención y discusión. Eso sí, ?Waterloo? me gustó un montón.