La comparsa es hortera
Ya se sabe que esto del Carnaval lleva puesto la máscara, el disfraz y el tipo. Que eso de que no te reconozcan gusta, pega, es lo suyo. Pero por un día, nos la vamos a quitar. Venga, confiesa. Admítelo. Las comparsas te parecen horteras, todas. Eso te crea un problema. Tu padre, mi padre, muere con ellas. Es más, tu padre, mi padre, salió en una. Aún peor, cuando éramos críos, chinorris, hasta púberes, moríamos con ellas, las clasificábamos, pero moríamos. Y de pronto, hace unos años, no se sabe bien por qué: catracrac. Algo se rompió. No puedes escuchar ninguna. Ni una. Las de Bienvenido parecen tener bula por ser guapos y divertidos. Las de Aragón y los Carapapa son como los punkies de los 70, que al menos dan por culo. Pero ni esas. Es escuchar un arpegio en el pasodoble, una exhibición punteada en lo que viene a ser la primera mitad de la tercera parte del segundo prodigio vocal del pasodoble inicial y se te ponen los vellos de punta pero no los de placer y disfrute, los otros, los del pánico, los de cambiar de dial, cambiar de canal o dedicarte a otra cosa.
Creo que le pasa a mucha gente pero a casi todos les da vergüenza confesarlo por si les quitan los papeles de gadita, el pasaporte de la gracia que, al parecer, sirve para mucho. Pero creo que a más de la mitad de la población de esta menguante ciudad le sucede. Lo lleva en silencio, como las almorranas, pero le pasa. Es escuchar una comparsa, la que sea, como sea, moderna, melódica, clásica, indie, poprock o popculera y entrarte una ganas locas de salir corriendo. Hasta hace unos años, no sucedía. La comparsa era una parte más del asunto, casi la mejor. Pero algo se rompió. No sé cuándo. No sé cómo. Pero se rompió. De repente, los chirigoteros, sobre todos los callejeros, los aficionados tibios, templados y distantes, miran a los comparsistas y a sus seguidores como Almodóvar mira a Belén Esteban. Y viceversa, porque para comparsilandia esos chirigoteros enterados, esos aficionados racionales vienen a ser como unos pijos, gafapastas de mierda que no saben nada de la escuela de la vida ni de la verdad. Yo estoy unos días en un lado y otros, en el otro. Es un asco mutuo que nadie quiere confesar. Pero creo que existe y crece. Qué dolor.