Huérfanos, ermitaños y solitarios
Once días de concurso me han servido para llegar a la siguiente conclusión. En las agrupaciones de carnaval deben de existir muchos autores que son huérfanos, ermitaños o solitarios. Me explico. Tienen que haber muchos huérfanos porque hay que ser muy cruel progenitor aquel que ve a su hijo crear una agrupación pésima y que no le aconseje para que no vaya al teatro o que la saque sólo para la calle antes que hacer un ridículo espantoso en el concurso. Ya hemos visto unas cuantas con ese cariz. Tienen que ser ermitaños porque el ego tan grande que portan les impiden salir y ver más allá de sus narices queriendo demostrar, no se a quien ni a qué, de lo que son capaces de inventar, es decir, lo capaces que son de hacer un desaguisado de agrupación año tras año. Y son solitarios porque normalmente son personas que aunque estén rodeados de mucha gente, caminan solos. Los que le rodean le aplauden y halagan todo lo que compone o escribe, llegando a tal punto que lo ciegan en su pasión, haciendo que crezca en su soledad más y más cada día creyéndose que es un artista en potencia. Los padres, los amigos, los compañeros, los familiares de esos autores deben de sugerir o incluso persuadirle que cese en su empeño de querer llegar a ser artista en estas lides. El ‘artista’ de carnaval al que me refiero es aquel que a pesar de que un año y otro no da con la tecla, es que ni siquiera atina a levantar la tapa del piano. A estos artistas la palabra humildad solo le suena a semana santa, y si se fijan ahora, a raíz de leer este artículo, comprobarán que es cierto lo que les digo que cuanto peor es el autor, más engreído, presumido, presuntuoso y vanidoso se mostrará sin remedio. Algunos pensarán que también los hay de estas características entre los buenos autores, es verdad, pero al menos aparte de soportar sus excéntricas manías y vanidades nos regalan cada año con una pequeña obra de arte.